Si yo fuera más joven

2.3

Desafortunadamente para él, las palabras habían sido absorbidas por el hombre, quien al principio no dijo nada, por esto Xie Lian casi pensó que se había quedado dormido.
Eventualmente, sintió el estruendo de una risa recorrer el pecho de Hua Cheng, y Xie Lian sintió que la vergüenza al rojo vivo lo envolvía en un capullo abrasador.

—No lo he hecho —fue la respuesta, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. La luna brillante que brillaba fuera de su ventana iluminaba la habitación oscura, y Xie Lian vio la sonrisa en su rostro. Cuatro palabras, suaves como un susurro y, sin embargo, se enroscaron alrededor de su corazón como masas pesados, atrapándolo bajo manos cálidas y sonrisas aún más cálidas.

No lo ha hecho. ¡Ambos fueron la primera vez del otro!

—A-ah, eso es... bueno —murmuró torpemente, aunque nadie podía pasar por alto la forma en que su felicidad y alivio se derramaban en cada sílaba. Si Hua Cheng se dio cuenta, no dijo nada, solo volvió a colocar el cabello desordenado de Xie Lian en su lugar.

Un cómodo silencio cayó sobre ellos, el tictc del reloj y sus respiraciones audibles en la oscuridad. Cuando Xie Lian se movió de nuevo, los brazos y las piernas de Hua Cheng se deslizaron de su piel como mantequilla en una tostada y cuando miró, el hombre ya se había dormido plácidamente. Por alguna razón, verlo con las mejillas sonrosadas, los labios entreabiertos y los ojos cerrados era tan adorable que Xie Lian no pudo evitar besar su labios blandos.

Su nudo ya se había vuelto a deshinchado y podía salir fácilmente.

Se escuchó el sonido lascivo y vergonzoso de la eyaculación que brotaba del agujero aún suelto, y Hua Cheng (todavía dormido) dejó escapar un gemido silencioso al sentirse vacío. Dejó a Xie Lian mirándolo con una expresión de sorpresa y asombro a partes iguales.

Los libros que había leído nunca lo habían preparado del todo para el acto real de la copulación, ni lo habían preparado para enfrentar la intensidad de un Omega en celo. Aun ahora, su piel aún se erizaba con toques fantasmales de sus pieles fusionándose por los fuegos del placer, todavía hormigueando con recuerdos frescos de cada roce y beso. Pero para lo que no lo preparó más fue para posesividad aplastante que corría por sus venas, la inexplicable necesidad de presumir y reclamar su derecho.

Se sentía casi como un animal, un instinto del que no podía deshacerse sin importar nada.

Xie Lian comenzó a preguntarse cómo haría para que follaran en todos los rincones de la casa, para esparcir sus olores entrelazados por todas partes como diciendo esto es nuestro, amablemente vete a la mierda.

Y él, necesitaba asegurarse de que ningún otro Alfa siquiera mirara a su amado. Un gruñido bajo se desgarró de su garganta cuando imaginó a Hua Cheng caminando, sin darse cuenta de lo bien que olía, lo criable que se veía con sus jeans ajustados y su blusa.

Por supuesto, no recordó que Hua Cheng exudaba el aura de un perro rabioso dondequiera que iba, y que básicamente todos morirían de miedo antes de poder intercambiar palabras con él.

El sexo y calor lo estaban haciendo delirar, ciego a los hechos que una vez adoró y juró. Con solo el instinto para guiarlo, Xie Lian se estiró de la cama, los músculos protestando por el cansancio. Ignorando eso, metió a Hua Cheng debajo de las sábanas y en silencio se fue de puntillas a la habitación del hombre.

El interior, como había esperado, también era un desastre. La ropa estaba tirada por todas partes, el armario prácticamente volcado, como si hubiera estado buscando algo. Xie Lian notó con una risa tranquila que cada artículo era de color negro puto o en diferentes tonos de rojo, con un toque ocasional de plata opulenta que se abría paso.