I

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Desde que se conocieron, habían desarrollado una conexión especial. Al principio, sus personalidades habían chocado un poco, ya que Julián era bastante reservado y un poco tímido, poniéndose rojito al hablar con alguien nuevo. Sin embargo, con el paso del tiempo, la extroversión de Enzo ayudó a que se suelte y se desenvuelva más.

A lo largo de un par de meses, con Julián y Enzo jugando juntos en River, se volvieron amigos cercanos, y todas esas vergüenzas y nerviosismos previos de Julián se disiparon ante la vista de una persona confiable, segura en sí misma, y sociable.

Habiéndose topado con él, empezaron a pasar mucho tiempo juntos. Cuando podían, fuera de los entrenamientos, se juntaban a tomar mates y conversar; de fútbol, de sus parejas, sus familias, y hasta de sus intereses.

Si encontraban el tiempo, iban a pasar un buen rato juntos, sin duda. Incluso antes y después de los entrenamientos y de los partidos, se las arreglaban para hablar, animarse entre ellos y darse abrazos alentadores.

"Livianito estuvo el entrenamiento, ¿eh?" le dijo Enzo a Julián, sonrisa sarcástica en su cara transpirada.

Julián largó una carcajada, caminando por la cancha, y después se le salió un suspiro de esos que te hacen saber que una persona no da más.

"Uf, olvidate, ni se sintió," respondió. "Andá a saber si voy a poder caminar mañana."

Enzo se rió despacito, exhalando por la nariz, y le dio palmaditas en la espalda a Julián, buscando reconfortarlo o de última transmitirle esa energía de «dale, un esfuerzo más y ya está». Después, pasó su brazo por los hombros del mismo.

"¿Tomamos unos mates más tarde?"

Julián lo miró. "Eso ni se pregunta, boludo," le respondió, con toda la tranquilidad del mundo.

Se dirigieron una sonrisa entre ellos.

Horas después, ahí estaban, en el hotel de la ciudad donde iba a ser el partido un par de días después.

Tenían una habitación compartida, convenientemente, y ahí estaban sentaditos, ya bañados, en una cama individual. Termo, mate, y la casita robada. Así de simple.
Parecía una pavada el juego, y sí; era para que lo jueguen nenes chiquitos, pero a falta de cartas del truco, estos dos estaban jugando como si de ganar dependiesen sus vidas.

"Tomáaaaa, te robé la casita," le presumió Julián. Se agarró la pila de cartas (muchas, porque así de cebados estaban) de Enzo, ahora propias, y las puso de su lado.

Enzo tiró un gruñido de frustración. "Fo loco, siempre lo mismo," dijo, cebándose un buen mate amargo con yuyos para ahogar sus penas.

Julián largó una carcajada. "Es que cuando sos profesional, sos profesional," le siguió presumiendo.

Enzo lo miró bien serio por un segundo, jodiendo. Acto seguido, habiendo tomado su matecito, dejó el termo y el mate en el piso y se le avalanchó encima a Julián, haciéndole cosquillas a modo de tortura.

"Tomá, tomá, a ver si así te dan ganas de seguir ganándome en las cartas."

Julián, a esto, estaba cagado de risa. "Pará, boludo," carcajadas nerviosas. "No puedo respirar," más carcajadas nerviosas.

Se removía por toda la cama, pensándose que era tremenda cama de dos plazas, y pasó lo inimaginable: de tanto boludear, se terminaron cayendo los dos al piso alfombrado.

Los dos.

Enzo arriba de Julián.

Corrección, a horcajadas de Julián.

one shots ★ enzo fernández x julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora