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¿Necesitás un estudiante excelente? Ahí lo tenés a Julián Álvarez. Aplicado, prolijo, responsable; prefiere trabajar individualmente y hacer bien las cosas a su manera.

¿Necesitás otro estudiante excelente? Fácil, Enzo Fernández. Piensa y aprende rápido, participa mucho en las clases, y es bueno liderando los trabajos en grupo.

Ni siquiera era necesario mencionar que entre los dos había una rivalidad de la cual era difícil no darse cuenta, como compañero o como profesor. A muchos les daba risa, los entretenía, pero a los profesores les daba lástima que dos alumnos tan buenos no pudieran colaborar entre ellos de manera funcional.

En Educación Física siempre había una pelea implícita por quién era más rápido, más ágil; quién hacía más goles en fútbol, más tantos en voley, etcétera. Siempre estaban en los equipos contrarios y, de una forma u otra, siempre se perseguían el uno al otro. Las faltas marcadas eran siempre o de Julián o de Enzo, raramente de alguien más.

Desde que se habían encontrado en el segundo ciclo de la secundaria a la que iban, había empezado esa tortura. Julián se había mudado a la ciudad por cuestiones de trabajo de sus padres, y le habían elegido esa secundaria. Fue recibido con los brazos abiertos por todos, ya que no era una persona problemática. Es más, Enzo también había sido buenito, pero eso fue hasta que se dio cuenta de que que Julián era igual o más inteligente que él. No podía aceptar la competencia. ¿Cómo no va a ser él el mejor? Imposible. Inaceptable.

Ese día, lunes a la mañana, tenían Educación Física y justamente había que trabajar de a pares. La mitad del curso había faltado, porque estaba nublado, pero entre esa mitad no estaban incluidos los queridos Enzo y Julián. Nunca faltaban.

A falta de gente, la profesora los hizo trabajar juntos.

"¡Dale, chicos! Con ustedes dos juntos, ganamos todos los intercolegiales que se vienen," los alentó la profe. Ella siempre tenía más energía que todos; algunas veces eso la hacía la mejor profe del mundo, y otras veces, la más insoportable.

Julián rodó los ojos, soltando un suspiro de mala gana. Otra vez los ponían juntos para trabajar físico en estas clases. Mal no les salía, pero tampoco amaban tener que ayudarse el uno al otro mientras uno hacía abdominales, espinales o lo que fuere.

Para estirar bien las piernas antes de empezar las clases y no perder el equilibrio, se tenían que agarrar los hombros como si se estuvieran abrazando por ahí. Quedaban uno al lado del otro, en una pose que hacía parecerlos amigos de toda la vida. Mentira. La profe les tenía mucha esperanza a los dos prodigios nomás.

Cuando Enzo fue el primero en posar su mano en el hombro de Julián para no caerse mientras estiraba, al otro le molestó. ¿Qué lo tocaba? Bobo.

Siendo caprichoso disimuladamente, hizo un movimiento raro de hombros para que Enzo estuviera cerca de perder el agarre ahí y eso le afectase a su equilibrio. El pelinegro se tambaleó un poco. Julián sonrió.

"Dale, pelotudo," le susurró Enzo.

Julián también agarró su hombro para estirar y Enzo le hizo exactamente lo mismo. Se ganó una tirada de pelo en la parte baja de su cabeza, disimulándolo ante la profesora.

"Estúpido."

Después de insultarse en susurros y empujarse levemente cada que podían, tuvieron que seguir estirando civilizadamente hasta que llegó la hora de hacer trabajo físico. Ahí se lo tomaron en serio, trabajando a medias en equipo, y el módulo pasó rapidísimo. Los dos terminaron cansados y medio fatigados, y si ellos estaban así, ni hablar sus compañeros.

Al final de la clase, la profe los despidió con un saludo y los felicitó por su buen trabajo. "Si se unieran serían una potencia, eh."

Los dos asintieron y se rieron por cortesía, despidiéndose de ella al fin. Caminaron normal hasta la salida de la escuela, y después cada uno se fue a si casa por caminos contrarios, Enzo en bici y Julián a pie. Ni siquiera se dijeron un mísero chau. Sólo se dieron una mirada que rápidamente apartaron.

one shots ★ enzo fernández x julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora