VIII

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En algún momento de la vida de toda persona, aparece el nombre de su alma gemela escrito en alguna parte de su cuerpo. Cuello, mano, muñeca, brazo, pecho, abdomen, piernas; esos eran los lugares más comunes, aunque ninguna parte estaba excluida de las posibilidades.

Tener el nombre de alguien escrito en tu cuerpo no garantizaba que sea mutuo ni que haya una conexión romántica. Tranquilamente podrías tener el nombre de alguien, que esa persona no tenga el tuyo, y que no sean nada más que amigos. Este era, precisamente, el caso de Enzo Fernández.

Cuando el nombre de Julián apareció escrito en su espalda, intentó sorprenderse. Hizo su mayor esfuerzo por asombrarse, por pensar ay, no lo puedo creer, por desesperarse, pero no le salió.
Hacía tiempo que había considerado la posibilidad de que aquello sucedería, y había dejado de estar negado. No le quedaba otra. Era él. Obvio que era él. 

Desde el primer momento decidió ocultarlo, por vergüenza y por miedo. La amistad valía demasiado para Enzo como para arriesgarse a echar todo a perder, todo por querer más, cada vez más.

Estaba también seguro de que, en caso de que Julián se enterase, no sentiría nada más que vergüenza de él. Porque las conexiones de alma no tenían que ser estrictamente románticas, pero Enzo quería que la suya lo fuera. Y a Julián no le gustaban los hombres, a Julián no le gustaba Enzo.

Siendo maduro, decidió que se conformaría con que fueran nada más que amigos. Entonces se engañó. Y en el proceso, engañó también a Julián.

El nombre del cordobés estaba escrito en mayúsculas pequeñas, y su posición era en la espalda de Enzo, justo antes de su nuca. Tenía suerte de que las remeras siempre cubrían esa parte, ni hablar de las chombas y las camisas, que tenían cuellos que él consideraba especiales para ocultar el nombre de tu alma gemela. Absurdo.

Cada vez que se juntaba con Julián antes de salir de joda, y se cambiaba frente a él, procuraba no darse vuelta con el torso desnudo. Julián se reía y le decía que era porque se quería hacer el lindo, y Enzo le seguía la corriente riéndose y diciendo boludeces altaneras.

Enzo siempre pensaba que a Julián nunca le había visto ninguna marca de alma gemela o indicio de una. Podría ser que él también estuviera ocultando la suya, o que simplemente todavía no hubiera aparecido.

Por eso cuando Julián se cambiaba de ropa después de él, se tomaba momentos para mirar su cuerpo y buscar cualquier posible indicio de una marca.

Nunca logró encontrar nada más que su propio deseo.

Aquel día tenían una joda a la noche, y se estaban preparando en la casa de Julián, que era la que más cerca quedaba del boliche.

Enzo ya tenía puesta una chomba desabotonada con unos jeans medio sueltitos y unas Vans, cómodo pero bien arreglado. Tenía una cadenita puesta y un piercing plateado adornaba el costado de su oreja.

"¿Al final se hace la previa en lo de Leandro?"

Enzo negó. "No, no, dice que al final los padres le dijeron que no. Se indignaron, le dijeron que estaban cansados de que chupe tanto con los amigos."

Julián rió. "Y sí, como para no cagarlo a pedos. Vive escabiando." Se encogió de hombros después de decir eso y siguió hablando. "Vamos a tener que hacer la previa acá nomás. ¿Sabes qué hacen los otros?"

"Y sí," concordó Enzo. "Ni idea, ahí les pregunto."

Agarró el celular y entró al grupo que tenían entre ellos dos con Lisandro, Cristian, Lautaro y Nahuel. Les preguntó qué onda, qué iban a hacer, y recibió respuesta después de un buen rato, en el que Julián y él alcanzaron a preparar un fernet. Los tres estaban yendo para lo de Julián desde lo de Nahuel, que quedaba a algo de diez u once cuadras.

one shots ★ enzo fernández x julián álvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora