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Ir a aquella cafetería antes de entrar a trabajar se había vuelto un hábito. Tenía que confesar que me gustaba mucho ver a Momo cada mañana.
—Buenos días—sonrió—¿Una taza de café extra grande?
—No has ni de preguntar.
—Y prometo tener cuidado esta vez—ella me miró algo avergonzada.
—Tampoco fue tan malo.
Sonreí y ella rio un poco.
Mientras me preparaba el café me senté en la barra. Cuando me lo trajo, me tendió un documento.
—Ayer te lo dejaste, supongo que se te cayó.
Era uno de los documentos sobre el caso. Suspiré aliviada, menos mal que había sido ella quien lo había recuperado, en las manos equivocadas hubiera sido muy peligroso.
—¡Gracias! Dios, debes pensar que soy una policía horrible.
—No te preocupes, son cosas que pasan—se encogió de hombros—Si te preocupa, no he mirado nada, sé que esto de los casos es todo confidencial.
—Bueno, en las noticias ya están hablando sobre ello.
Ella pareció acordarse de algo y se apoyó en la barra. Era hermosa.
—¿Es sobre aquel asesino de empresarios?
—¿Así le llaman?—pregunté.
—¿No es lo que es?
Me dedicó una sonrisa suave.
—Sí, pero en las noticias lo tachan de loco, y yo no creo que lo sea—respondí.
Ella me miró sorprendida.
—¿No?
—¡No me malinterpretes!—dije apurada—Es un asesino, pero no es un loco. Lo está haciendo por algún motivo.
Ella asintió, aunque preferí no seguir hablando sobre ello, últimamente no descansaba mucho, estaba agotada.
—Lo siento, no creo que te guste hablar de este tipo de cosas.
De pronto, ella se sentó a mi lado y me dedicó otra de sus sonrisas.
—Está bien, pero te ves cansada ¿No te dejan tomarte algún día de descanso?
—No debería, el caso sigue abierto—suspiró.
—Bueno, podemos hacer algo esta noche si quieres.
Su sonrisa pasó a ser algo juguetona y no pude evitar ponerme algo nerviosa.
—Sí, me apunto—sonreí.
—Cuando salgas de trabajar aquí estaré, detective.
