¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Le prometí a mi jefe que iba a dejar en paz el caso. Tampoco tenía más remedio.
También se lo dije a Momo. No quería que se preocupara.
Pero estaba claro que no iba a dejar el caso. Iba a encontrar a ese asesino.
Cuando iba a salir de casa, Momo ya se había ido a trabajar y recibí una llamada de un número desconocido.
—¿Hola?
—¿Kyouka Jirou?
Era una voz femenina.
—Sí—respondí—¿Quién eres?
—Soy Rumi Usagiyama. De la empresa Villain ¿Se acuerda de mí?
Mi pulsó se aceleró al oírla. Era una de las mujeres que habían trabajado para el grupo de empresarios asesinados.
La entrevistamos hace tiempo, pero no tenía información valiosa, igual que el resto de mujeres de aquella empresa.
—¿Es verdad que Jin ha muerto? ¿Ya no queda ninguno?
—¿Cómo dice?
—Quiero hablar con usted, por favor—su voz sonaba rota.
—Estaré allí en una hora.
Colgué y cogí el coche. Le mandé un mensaje a Denki de que me había puesto enferma y me encaminé a la empresa.
Era un lugar enorme, pero desde los asesinatos había empezado a decaer. Muchos trabajadores habían dimitido asustados.
Me adentré en aquel lugar enseñando mi placa y me encaminé al despacho de la mencionada. Al llegar, ella me miró: una mirada llena de dolor.
—Inspectora Jirou—cerré la puerta—Siento haberla hecho venir.
—No te preocupes—sonreí levemente—¿Ha ocurrido algo?
—Estoy dispuesta a decirle la verdad.
—¿A qué se refiere?
Colocó su silla cerca de la mía para poder mirarme mejor. Noté que sus manos temblaban.
—Ahora que todos están muertos, no tenemos nada que temer—me sorprendió ante sus palabras—Ellos nos amenazaron para que no dijéramos nada, pero no puedo más.
La miré con sorpresa.
—Viniste a verme cuando empezaron a ser asesinados y os mentí. Todas lo hicimos, porque teníamos miedo.
—Sigue—la miré con firmeza.
—Aquel grupo de empresarios, liderados por Tomura se sobrepasaba con nosotras—tragó saliva—Ninguna hicimos nada, necesitábamos el dinero y teníamos miedo. La única que se atrevió fue Nemuri.
Recordaba aquel nombre, fue una trabajadora que murió en aquella empresa por accidente laboral. Sin embargo, nadie pensó que aquello podría estar relacionado con los asesinatos.
