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𝚃𝚛𝚎𝚜 𝚑𝚘𝚛𝚊𝚜 𝚢 𝚌𝚒𝚗𝚌𝚞𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚖𝚒𝚗𝚞𝚝𝚘𝚜 𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚗𝚘𝚌𝚑𝚎Aquella cena se me estaba haciendo eterna. Los tíos de Aaron me estaban acribillando a preguntas, cada cual más inoportuna, y yo ya no sabía donde meterme. No sé que me pasaba esa noche, pero sentía una incomodidad que me estaba presionando el pecho.
—¿Así que tú eres la vegetariana? —preguntó el tío sin venir a cuento.
Alcé los ojos hasta encontrarme con los de ese hombre, que me miraba con la cabeza ladeada.
—Sí —respondí, temiendo lo que llegaría después, porque viniendo de él no me esperaba nada bueno.
—Pues para ser vegetariana no está tan delgada.Mis ojos se abrieron como platos y vi como su mujer le daba un golpe con el codo en las costillas.
¿Acababa de decir aquello?
Miré de reojo a Aaron, pero estaba entretenido hablando con el primo que tenía sentado al lado, y no había escuchado el comentario tan hiriente de ese señor que ocupaba una silla y media, pero que se sentía con el derecho de juzgar los cuerpos ajenos.
De repente, ese nudo en el estómago volvió a golpearme el pecho con ira.
—Soy vegetariana —contesté, clavando mi mirada más intensa en ese hombre —, no estoy a dieta.
El tío de Aaron se quedó paralizado ante mi respuesta, seguramente era de esas personas que hablan sin tener en cuenta los sentimientos de las personas y no están acostumbrados a que les devuelvan la pelota.
Y, siendo sinceros, yo no era de las que la devolvían. Pero esa noche estaba un poco desatada, como si de repente me estuviera rebelando contra cosas que siempre habían estado allí, pero que no había visto.
Y ahora las veía mucho más claras.
No era solo por el comentario, me enfadaba lo que podía provocar comentarios como ese en otras personas. Nunca sabes qué batalla está jugando la otra persona y qué daño irreparable puedes causarle.
Y lo sabía porque si le hubiera hecho este mismo comentario a mi hermana, en lugar de a mí, le hubiese reabierto una herida que todavía no había cicatrizado.
Apreté la mandíbula al pensar en ella y en todo lo que habíamos pasado ese año.
—Bueno, bueno, no te pongas así, solo digo
—No, solo digo no —corté, sin que la información pasara antes por mi cerebro —. ¿Cuestiono yo si usted está al borde de un ataque al corazón por comer carne? No, ¿verdad?
—Mia, cariño, no lo ha dicho con mala fe —añadió con una sonrisa la tía a su lado.Solté el aire, que me quemaba por dentro, por la nariz, y pinché una zanahoria de mi plato. El sonido estridente del tenedor contra el plato llamó la atención de Aaron, que primero me miró a mí y luego clavó su mirada a sus tíos, que estaban rojos como el tomate de mi ensalada.
Ensalada, maldita sea.
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La última noche
Teen Fiction𝘑𝘶𝘭𝘪𝘢 quiere ir a la fiesta más importante del año, pero un cambio de planes la obligará a pasar la noche de fin de año con Samuel, el odioso hijo de los amigos de sus padres. 𝘔𝘢𝘪𝘢 quiere montar su primera fiesta en casa, pero tendrá que p...