༻ Capítulo doce ༺ Maia

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༻✦༺  ༻✧༺ ༻✦༺𝙲𝚒𝚗𝚌𝚘 𝚑𝚘𝚛𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚗𝚘𝚌𝚑𝚎

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𝙲𝚒𝚗𝚌𝚘 𝚑𝚘𝚛𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚞𝚎́𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚗𝚘𝚌𝚑𝚎

Estaba enfadada.

Ni Julia ni mis padres tenían razón: Ian no estaba interesado en mí. Porque si lo estuviera no se hubiera comida la boca con esa chica de pelo oscuro.

Estaba enfadada y yo nunca me había enfadado por algo así. Nunca me había importado y no entendía por qué hoy sí.

—¿Quieres venir a mi casa? —Kevin, el chico con el que había jugado al beer-pong y había besado me miraba desde la puerta del salón, con la chaqueta en las manos.
—No, tengo que quedarme a recoger esto.
—Lástima

Kevin avanzó hacia mí, me atrajo hacia él poniéndome su mano en mi cintura y me plantó un beso en los labios que me pilló desprevenida. Un beso rápido, fuerte, pero que no me removió en absoluto.

—Espero volver a verte —Kevin me guiñó un ojo y yo no supe si reírme o seguirle el juego.

Al final, me quedé paralizada. Observando como su esbelto cuerpo desaparecía por el marco de la puerta. Sin duda había malinterpretado mi beso. El chico no estaba nada mal, era un buenorro de manual, pero no me interesaba en absoluto. Solo lo había besado por la emoción del momento.

—¿Vas a recoger, o te vas a quedar ahí plantada? —La voz de Ian a mi lado me sobresaltó.

Me giré hacia él y puse mis brazos en jarras encima de mis caderas.

—¿Se puede saber que narices te pasa?
—A mí nada —contestó sin mirarme, mientras iba tirando vasos dentro de la bolsa de basura.
—Un pimiento, llevas toda la noche de morros y evitándome.
—¿Cómo te has dado cuenta si estabas tan ocupada con don musculitos?
—¡¿Perdona?! —estallé, soltando la bolsa que tenía en la manos y captando su atención —Si has sido tú el que ha estado ocupado metiendo su larga lengua en la boca de aquella pobre chica.
—¿Pobre?
—Sí, pobre
—Si tan pobre es, porque te pones así.
—Así como.
—Celosa.

Los dos nos quedamos inmóviles, de pie, sin pestañear con los ojos clavados en los del otro. Notaba la respiración agitada y como su pecho subía y bajaba con energía, igual que el mío.

—Yo no estoy celosa —repliqué.

Sus ojos abandonaron los míos y, murmurando algo que no entendí, dio media vuelta y se fue en dirección a la barra de bebidas.

—¡Representaba que iba a ser nuestra noche! ¡Besugo! —grité sabiendo que estaba demasiado lejos como para escucharme. Solo para desahogarme.

La última nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora