CAPÍTULO 8: RÉQUIEM

412 86 48
                                    

Esa fría mañana de domingo, Toga se levantó unos minutos después de lo acostumbrado. Su alarma sonó en el momento preciso, pero por una extraña razón decidió omitirla. Al fin y al cabo, era su cumpleaños.

Se vio en el espejo, notando el aumento del color gris en sus cejas negras y viendo que su cabello anteriormente platinado ahora era más blanco. Se tocó el abdomen, le daba algo de miedo que por la edad pudiera subir de peso, así que quiso correr un rato en la caminadora. Ya no era el mismo joven atlético que alguna vez fue, pero su cuerpo se le veía demasiado aceptable.

Se duchó y realizó su rutina de afeitado y peinado. Todo en él era un protocolo de constancia y disciplina, le molestaba cuando algo no salía de acuerdo con sus planes. Sin embargo, él presentía que algo se saldría de su control.

Miró su elegante Rolex, percatándose que por primera vez llegaría después de Sesshomaru al almuerzo. Deseaba celebrar con sus dos hijos algo tranquilo, por esa razón canceló su fiesta.

Su chofer lo llevó hasta su hotel. Sonrió solo ver la fachada. Pronto abriría una sucursal en América y con esa ya serían diez en todo el mundo. Se felicitó mentalmente. Todo por lo que se sacrificó en su juventud valió completamente la pena.

Se dirigió hacia donde su hijo lo esperaba, pero recibió una llamada de Keiko, que lo entretuvo. Se pusieron de acuerdo para en la tarde verse. Definitivamente, terminaría su relación con ella. Todo empezó en navidad, cuando su "novia" le hizo la reclamación por no comprometerse. Era cierto, él no se quería casar. Así que, decidiendo por los dos, la dejaría libre para que ella disfrutase de la juventud que pudiera quedarle.

– Toma–. Le dijo Sesshomaru antes de darle como obsequio una elegante corbata.

– Gracias, hijo–. Sonrió recibiendo el detalle. Sesshomaru jamás regalaba nada. –Pensé que vendrías con Kagome.

Él negó. –Tuvo un compromiso, es la encargada de dirigir el evento de beneficencia en la escuela–. Eso era medio cierto, pero Sesshomaru en verdad no la invitó deliberadamente para que su hermano no tuviera algún tipo de contacto con ella.

Toga le puso una mano en el hombro. –Me da gusto que estes con ella. Es una buena chica y muy lista, no me sorprendería que un día decida encargarse de la compañía de su madre.

Sesshomaru también presentía eso.

Media hora después, Inuyasha apareció. –Feliz cumpleaños, papá–. Dijo dándole un fuerte abrazo y como regalo una botella de whisky irlandés.

– También me da gusto verte–. El evidente sarcasmo de Sesshomaru estaba implícito en cada palabra.

Los ojos rebeldes del menor soltaron chispas de enojo. –Imbécil.

Toga bebió de su café. Era el segundo desayuno que lograba reunirlos, al menos su actitud ya era menos fría entre ellos. –Muchachos, quiero decirles que estoy muy contento de que pudieran estar el día de hoy conmigo.

Los dos Taisho se miraron primero y después a su padre, era extraño que él se expresara así de un instante tan ordinario.

Al terminar, Toga se dirigió la casa de Keiko. Ella lo recibió semidesnuda, con una increíble lencería en color rosa que resaltaba el color de su piel. Se veía preciosa. No pretendía perder más el tiempo, soltó la desagradable frase finalizando esa relación.

–Lo siento–. Y le dio un beso en la mejilla. Keiko lo abrazó sin que él pudiese impedirlo y se sujetó tan fuerte a su pecho para llorar, provocando que su camisa beige se llenase de lágrimas y maquillaje.

Él no soportaba ver a las mujeres así, por lo que simplemente le sobo la espalda, dejando que ella se desahogara. Hacía más de veinte años ella había hecho exactamente lo mismo, llorar desenfrenadamente cuando la dejó. Despistadamente, miró su reloj, y al paso que iba no le daría tiempo de realizar su propósito. Sin nada que decir, se encaminó a la salida.

LiarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora