Sesshomaru admiró la foto de su padre enmarcando la primera plana de los periódicos. Sabía de antemano que la muerte de una figura pública sacudía siempre a la ciudad, pero no se imaginó a qué grado hasta esa fecha.
Inuyasha y él acordaron que la urna de las cenizas reposaría en la bóveda de los Taisho, por lo que decidieron organizar una reunión en su memoria en la mansión, la cual se atiborró de personas. De cierta forma eso lo complacía, era fiel creyente de que entre más miedo te tienen más flores recibías, y ahora lo confirmaba.
Su padre no era ningún santo, desde joven tenía la fama de ser un hombre de decisiones y mano dura... Excepto con la propia familia Taisho.
Conocía superficialmente la historia sobre la herencia que Toga nunca recibió de su abuelo, y Sesshomaru solo había visitado a sus parientes una vez en más de cinco años. Cada integrante era peor que el otro, todos obsesionados con la política y con el partido conservador. Daba gracias a que su padre dejó toda esa mierda de vida, porque pensar en eso le daba dolor de cabeza.
Lo único que en que quería entretener a su mente era en ver a Kagome. Tantos eran sus deseos de llevarla a su habitación, que estuvo tentado en cortar de tajo la conversación casi unilateral que entablaba con uno de los socios de la constructora.
Se pasó los dedos suavemente por el ceño, estaba muy ansioso, conocía la única manera que su cuerpo tenía de liberar ese estrés, pero no quería asustar a Kagome tomándola en ese momento. Era una idea terrible. Así que se limitaría a verla y de lejos para no caer en la tentación.
Ella era sumamente dulce... cuando él no la hacía enfadar a apropósito. Había estado en todo momento a su lado, susurrándole palabras cariñosas y caricias para reconfortarlo, atenta y preocupada por consolarlo. En cambio, Sesshomaru únicamente podía pensar en pasarle la lengua por todas sus zonas erógenas hasta que se corriera entre sus brazos y pronunciara su nombre con cada temblor.
Era un sucio, siempre lo fue y no se arrepentía.
Desde que era muy joven perdió la virginidad y muchas mujeres pasaron por sus manos, pero ella, su Kagome... despertaba en él un impulso sexual desconocido. Era algo que aún no lograba identificar que lo provocaba. Por un lado, un raro temor a que lo dejase, por otro, en su mente se visualizaban todos los caminos posibles en que pudiera profanar su exquisito cuerpo.
Algo en Kagome lo hacía caer tan profundo hacia su misma decadencia que lo hacía sentir feroz, con un apetito imposible de llenar, cómo si la lujuria aumentara con cada toque y cada susurro. De cierta forma la culpaba, porque precisamente llevaba un vestido con medias negras, y solo podía imaginar que ella usaba liguero con esa prenda.
A su lado se encontraban Koga, Ayame y Sango. Confiaba que su chica no le haría caso a ese imbécil, y que él fuese lo suficientemente listo como para no meterse en su relación... O eso pensaba, hasta que posó la mano en la cintura de Kagome, rodeándola sin ningún problema al ser tan estrecha.
¿Celoso? Por supuesto, y en aumento cuando el moreno le susurró algo en su oído.
Se bebió el contenido de su copa, se disculpó con el socio, y se dirigió al grupo.
–Koga–. Su mirada dorada estaba fija en los ojos azules arrogantes. Como si un león estuviera a punto de matar a otro.
Ante el llamado, le sonrió arqueando su boca, como un gesto de burla, muy lentamente soltó a Kagome. –Amigo, lamento tu pérdida–. Le tendió la mano como símbolo de fraternidad. Lo provocaba apropósito.
Devolvió el saludo, pero sus pupilas le advertían en silencio que lo mataría.
Y su receptor capto el mensaje, quiso retirar su mano, pero se la sujeto con mucha fuerza. Koga se dio cuenta rápidamente que Sesshomaru no era Inuyasha, al cual solía molestar. El menor de los Taisho normalmente respondía con insultos y golpes, pero el mayor... no permitía juegos.
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Liars
Fiksi PenggemarKagome sintió que su corazón quiso saltar como loco queriendo escapar de su pecho. Abrazó a Sesshomaru correspondiendo la intensidad y despacio tomó su rostro para continuar besándolo, dejando en claro que no lo dejaría ir. Y él se preguntó, si ella...