CAPÍTULO 11: RESISTENCIA

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— ¿Todo listo?, bien apagaré las luces.

En el momento en que todo se oscureció, la luz del proyector irradio sobre el cuerpo de Ayame quien se puso a hablar sobre las leyes de Newton.

Inuyasha jugueteo con el plumón sobre su cuaderno. No veía el caso de poner atención, así que prefirió planear detalladamente lo que haría esa noche de viernes… Su ansiada reconciliación con su querida Kikyo.

Ella se había negado a contestar sus llamadas y abrir la puerta de su departamento, hasta que por fin lo dejo hablar y le explico de su atasco en el elevador semanas atrás.

La cita sería a las ocho en punto, reservó una mesa en la terraza de un nuevo restaurante. Así que después de semanas sin verse, él esperaba que todo saliera según sus planes. En su imaginación ella aceptaba su declaración de amor y lo llenaba de besos, siendo el espectador Bankotsu que lloraba derrotado.

Ante el carraspeo de garganta que hizo su maestra volvió su atención a Ayame. Definitivamente, pensar en Kikyo era mejor que prestarle un instante de sus pensamientos a la pelirroja. Sin embargo, se dedicó a observarla, exclusivamente para criticar su aspecto.

Analizó todos y cada uno de sus defectos: fea, mal vestida, cuatro ojos, su peste a lavanda, y su cabello… Durante un instante tuvo la tentación de pasarle los dedos para peinarlo, porque estaba tan enmarañado que seguramente un cepillo se rompería ante ese nido de pájaros.

Ayame continuaba con la explicación, señaló una fórmula y se puso de perfil para completar el acto, siendo su blusa blanca presa del contraste de luces que dejaban ver el color coral de su brasier.

Fue solo un instante, pero sirvió para Inuyasha recordara la escena del video que le compartieron de ella teniendo sexo con un desconocido.

Y entonces, los ojos esmeraldas se pusieron sobre él.

Sintió como si se le hubiera ido la sangre del cuerpo, casi la misma sensación a como si lo descubrieran haciendo algo indebido. Por un segundo, que fue lo que duró el contacto, no supo dónde meter la cabeza ante la vergüenza.

Porque para él, era sumamente humillante haber tenido deseo por -la chica- antes de saber de quién se trataba. Cosa que nunca aceptaría en voz alta, ni aunque estuviese bajo tortura.

La exposición a cabo. Las luces del aula se prendieron dejando ver a Inuyasha completamente pálido.

Ayame tomó asiento a su lado. —Te ves raro, ¿estás bien?

No quiso responder. Durante años se habían sentado uno al lado del otro sin tener la necesidad de hablarse, ¿por qué ahora tenía que hacerlo?

— Ya están los resultados de su prueba del lunes.

La voz de su maestra hizo que dejase de mirar a Ayame.

Cuando le fue entregado, un enorme seis estaba plasmado en la esquina derecha de la hoja. Miró de reojo la prueba de la pelirroja: un distinguido diez.

— ¿Cómo te fue?—. Preguntó ella cuando la clase finalizó.

— Bien—. Mintió doblando la hoja y dejándola sobre el banco. Agarro sus cosas y salió del aula. Olvidando su examen.

No quiso almorzar con Kagome, se refugió con Miroku y Sango, siendo el mal tercio a lo que parecía un mar de besos entre ellos dos.

— Me cae mal, es tan odiosa. Si la vieran como se pavonea en clases.

Sango, quien apoyaba la mejilla sobre la mano, lo miró sin ánimo. —Lo sabemos, lo acabas de decir.

— Entonces entenderás por qué me cae tan mal.

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