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Escuchaba entre el borde del sueño y la consciencia el molesto toque a su puerta, hizo un vago intento por ignorar el sonido tapándose los oídos con la almohada pero aún así podía oírlo.

-Príncipe Luna, ya es hora de despertar.

Se sentía horrible, con el cuerpo pesado y los ojos ardiendo, pero era su culpa por haber permanecido hasta ya entrada la madrugada en el bosque. Allí fue cuando súbitamente lo recordó todo...

Se sentó en la cama de forma abrupta, recordando a detalle la noche anterior. El baile bajo la luna, la calidez del elfo, sus mejillas ardían y su corazón comenzaba a calentarse.

Sabía que no debía confiar en un elfo, toda su vida le enseñaron que los elfos eran criaturas horribles y egoístas, seres con complejo de superioridad que solo se preocupan por sí mismos que sentía que debía desconfiar, pero ¿por qué su corazón se sentía tan cálido cuando pensaba en él?

-Sung, despierta dormilón. -Esta vez era la voz de Changbin, otro hada masculino de los pocos que habían.

Consideraba a Changbin como su hermano mayor, a pesar de que técnicamente lo eran porque al final del día todas las hadas de la tierra y el bosque eran hijas del mismo hada, el Rey hada Seungwoo, otras especies de hadas provenían de otros reyes, como las sirenas en los mares, las salamandras y las lamias, incluso las ninfas que siempre parecían renegar ser hadas tenían un propio predecesor, pero estas preferían ser gobernadas por los reyes elfos, cosa que siempre fue mal vista por algunos reinos de hadas.

Sin embargo, tu rango dentro del reino era determinado por el tipo de habilidades con las cuales nacías, las hadas obreras solían tener cuerpos más grandes y las alas más pequeñas mientras que los nobles eran físicamente frágiles, con belleza exótica, hermosas alas largas y las marcas en su rostro.

Changbin no era la excepción, pues en el ojo izquierdo tenía algo parecido a una cicatriz con piedras brillantes en ella, eran la marca de nacimiento que definía su nobleza, pero en el caso del mayor su cuerpo no era tan frágil como el suyo.

Para su desgracia, Jisung había nacido "bendito", con el rostro lleno de marcas que brillaban en la noche y una gema en forma de luna en la frente, las odiaba, de día lucían como manchas cafés esparcidas por su cara y era por ellas que su vida era aburrida, llena de lujos y gente hipócrita a su alrededor.

Salió de la cama y caminó hasta la puerta para abrirla con desgana, ni siquiera le importó lavarse la cara o lo terrible que probablemente luciría después de haber dormido tan poco, al abrir esta encontró al de cabellos violáceos frente a él.

-Wow, te ves terrible. -Jisung arrugó el rostro con enojo debido al comentario, el mayor se puso notablemente nervioso al darse cuenta del comentario que simplemente salió con naturalidad de él. -Me refería a que yo... es que... -Se intentó excusar sin éxito alguno, sin embargo el rubio ya sabía que el mayor solo estaba preocupado por él. -Jisung, ¿te encuentras bien?

Asintió adormilado, eso confirmaba sus sospechas sobre la preocupación del mayor. Negó suavemente a lo que el mayor llevó una de sus manos a su cara y comenzó a apretarle las mejillas, el toque estaba haciendo que se duerma parado.

-¿Tenemos una reunión, no? Supongo que por eso viniste. -Changbin soltó una leve risita mientras ahora palmeaba la cabeza del rubio.

-En realidad vine a despedirme, las Lamias necesitan más materiales de construcción y tengo que viajar al reino de los gnomos para conseguirlos. -El rubio formó un puchero, consideraba al mayor como su único mejor amigo en el reino y si este se iba, estaría solo enfrentando el humor de su padre.

Fatum ᵐⁱⁿˢᵘⁿᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora