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03 de Abril de 1981

Toda historia tiene un comienzo. La de los Gallaghers comenzó un tres de abril del año mil novecientos ochenta y uno, cuando Allan Gallagher tenía dieciocho años y Julia era simplemente Harris.

Allan estaba en su último año de bachillerato mientras que Julia estaba por empezarlo con casi diecisiete años. Ambos se conocían desde niños, ya que toda la vida habían sido vecinos y, por supuesto que sus padres habían congeniado lo suficiente como para volverse amigos también.

No era un secreto que el joven Gallagher estaba más que enamorado de la hija menor de los Harris desde que había cumplido trece años -aunque él se había negado a aceptar este hecho-, por lo que en cuanto recibió la carta de aceptación a la universidad, se decidió a hacer algo al respecto antes de que alguien más le quitara la oportunidad de salir con la chica.

—¿Allan?

El joven salió de su trance, volteándose hacia la suave y dulce voz de Julia, que lo miraba como si él sostuviera el sol en sus manos, como si Allan Gallagher fuera lo más increíble que haya visto en su corta existencia.

Juls, hey— él le sonrió genuinamente, sintiendo su corazón latir tan fuerte que temió que Julia fuera capaz de escucharlo.

—¿Sucede algo?— preguntó ella con un ápice de preocupación en sus brillantes ojos.

Algunos compañeros pasaban por su lado y los observaban sin un interés especial, solo prestándoles la suficiente atención como para darles a entender que se encontraban justo en el pasillo.

Pero a ninguno de los dos pareció importarle.

—Tengo que hablar contigo.

La mirada de Allan estaba clavada en los ojos café de Julie, que lo miraban con una mezcla de curiosidad y temor, quizá, de lo que él pudiera decirle.

Lentamente asintió antes de pasar saliva. El joven Gallagher sonrió y, tomando su mano, caminó hacia la salida del edificio del bachillerato, donde varios grupos de estudiantes estaban reunidos platicando y simplemente disfrutando el día mientras esperaban por su siguiente clase. Cuando finalmente encontraron un lugar a solas debajo de un frondoso árbol, se detuvieron uno frente al otro, simplemente observándose. Ambos con el corazón latiendo frenéticamente dentro de su pecho.

—Entonces...— comenzó Julia. —¿Qué era eso que tenías que hablar conmigo?

Allan, de repente, se sintió acobardado. Quizá no era una buena idea decirle lo que sentía. O quizá sí, no lo sabría hasta arriesgarse a intentarlo. Pero algo dentro de él sabía que era un riesgo que valía la pena tomar, era ahora o nunca.

—Acabo de recibir mi carta de aceptación en la universidad.

—Oh.

La cara de Julia reflejaba miedo, decepción, felicidad y tristeza, un sinfín de emociones que la estaban confundiendo en ese instante y que no le permitían decir nada más.

—Eso es... eso es asombroso, Allan. Me siento muy feliz por ti, en serio.

Al menos eso es genuino, se dijo la chica sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos ante la noticia de que el chico del que ella se había enamorado iba a irse a otra ciudad, donde sabía que iba a conocer a más gente y ella terminaría olvidada.

—Pero eso no es de lo único que quería hablarte— le dijo Allan deteniendo su tren de pensamientos.

—¿Ah, no?

el caso DerrickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora