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21 de Diciembre de 1998

Allan Gallagher, de en ese entonces, treinta y cinco años, subió las escaleras hacia la habitación de su pequeña Agnes, que justo ese día estaba cumpliendo cinco años de edad, seguido de sus hijos Axel y Archie que sostenían globos de color azul cielo, algunas bolsas de regalo y un pastel con la figura de Hamm de Toy Story, con el que Agnes llevaba obsesionada desde que los gemelos se la habían puesto un año atrás.

Era la primera celebración desde el incidente, por lo que era bastante palpable la ausencia del resto de las chicas de la familia Gallagher, que no se encontraban muy interesadas en un festejo a pesar de que había pasado más de un mes desde lo sucedido.

Sin embargo, Allan estaba decidido a hacer el cumpleaños número cinco de su pequeña el más ameno y feliz, ya que desde que había empezado a hablar nuevamente, se había vuelto una niña bastante cohibida y apagada, algo que contrastaba totalmente con lo que Agnes solía ser previo a su pérdida. A pesar de que la psicóloga había mencionado que el comportamiento que la niña había desarrollado era normal, el hombre no podía evitar sentir impotencia al saber que su hija sufría y él no era capaz de hacer nada más por ella.

—Archie, cuida tus pisadas— le susurró cuando escuchó un ligero golpe de parte de su hijo menor.

Archie hizo una mueca.

—Lo siento, papá, no fue mi intención.

Era la segunda noche que Agnes no se había levantado con pesadillas a mitad de la madrugada, por lo que al ser las siete de la mañana, Allan sabía que su pequeña se encontraría aun dormida.

—Axel, abre la puerta despacio y con cuidado— le indicó a su hijo mayor. —Y no hagan ruido, por favor.

Ambos hicieron como se les había ordenado y, cuando entraron, encontraron a Agnes completamente dormida, abrazada a su conejo de peluche que era lo suficientemente grande como para cubrir la mitad de su cuerpo.

—Feliz cumpleaños, a ti. Feliz cumpleaños, a ti. Feliz cumpleaños, querida Aggie. Feliz cumpleaños a ti— comenzaron a cantarle, despertándola de su sueño y arrancándole una sonrisa en cuanto los había notado frente a ella.

La primera sonrisa genuina que tenía en más de un mes.

—¡Pide un deseo, Aggie!— la instó Archie, completamente emocionado.

Agnes le sonrió y, tras pensar por unos segundos, sopló las cinco velitas que decoraban su pastel.

—¡Bravo!— le aplaudieron y gritaron emocionados, ayudándola con el pastel que era algo grande para sus pequeñas manos.

Axel ató los globos a la cabecera de su cama y se sentó junto a ella, levantando la primera bolsa de regalo y entregándosela en sus manos.

¡Gacias!

Al sacar el contenido, se encontró con un kit de detectives, que consistía en una libreta, una lupa, una gabardina, una placa, una linterna y una brocha, entre otras cosas.

La sonrisa que le dedicó a su hermano casi lo hace llorar, y Axel supo en ese preciso momento que haría lo que fuera para que su hermana siempre sonriera y fuera feliz, sin importar el precio o lo que tuviera que hacer.

Uno por uno, fue abriendo sus regalos, teniendo su pequeña celebración en casa con sus hermanos y su padre, sin siquiera mencionar la ausencia de su madre y hermana, pero luciendo feliz con ese pequeño momento antes de la fiesta que su familia había organizado meses atrás antes de todo lo sucedido pero que, de igual forma, su padre pensaba llevar a cabo sin importar si Julia y Amy estaban de acuerdo.

el caso DerrickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora