El cielo en tus ojos.

234 32 1
                                    


No es que quisiera encontrarse específicamente con él después de las dos de la mañana en el patio.

Pero no podía dormir. Al menos podría distraerse si es que decía estupideces de nerd.

Sus pies se movieron casi por si solos hasta donde él estaba sentado, abrazando sus rodillas como un infante mientras admiraba el cielo nocturno.

—Oh- ¡Hola Kacchan! ¿Tampoco has podido dormir?

—¿Qué crees?

Me desplomo en el suelo y me siento de forma brusca junto a él.

—Je... ¿No crees que es hermoso? Las estrellas, la noche.

No me dí cuenta que ni siquiera había alzado la mirada.

Pero solo con ver tus ojos sabía que era cierto.

—Sí. Lo son.

—¿Recuerdas, Kacchan? Solíamos hacer pijamadas y nos quedábamos justo así. Mirando al cielo, los dos. ¿No es nostálgico?

—Éramos mocosos y estábamos aburridos, nada más.

—Tal vez. Pero recuerdo que cuando las estrellas fugaces pasaban, pedíamos deseos...

—También lo recuerdo.

Cuando D-, Izuku, pide deseos, frunce la nariz, cierra los ojos y susurra muy bajito lo que pide mientras apreta sus dedos entrelazados.

Me pregunto si seguirá haciendo eso cuando pide deseos.

—¿Sigues pidiendo deseos, Kacchan?

—Eso es para niños.

—Yo aún lo hago. Pido lo mismo de antes.

Sé a lo que se refiere.

—Sabes que ya no podremos, ¿no?

Tus ojos me miran triste. Sabes lo que digo.

—¿Por qué no, Kacchan?

—Ya no somos niños y ya nada es igual.

Suelto, directo y frío. No quise que pareciera eso.

—Sigo creyendo que podemos cumplirlo.

“Deseo que Kacchan y yo podamos ser los mejores héroes algún día!"

“¡Tonto Deku, si lo dices en voz alta no se va a cumplir!"

—¿En qué momento dejamos de ser así?

En realidad, ni siquiera sabía por qué esa pregunta se había escapado de su garganta. Sabía perfectamente la respuesta.

—No lo sé.

El hecho de que sus ojos estén observando el cielo, hacía en ellos el reflejo de las estrellas, luciendo más hermosas fundidas en ese verde jade.

No sabía por qué mi estúpido corazón se había acelerado tanto.

—Estás enojado conmigo.

Ésta vez, era él en esos ojos. Podía incluso verse en esos orbes. No merecía eso. Ni siquiera merecía ser observado por esa mirada.

—¿Quién ha dicho esa mierda?

—Sí lo estás.

Esa sonrisa fue deprimente. No me gustan esas sonrisas en tu rostro, me gustan tus sonrisas felices, esas que ocupan casi toda tu jodida cara de mierda. ¿Por qué sonríes de esa manera?

—No puedes decidir lo que siento.

—Bien. Pero me odias.

—D-, Izuku.

Lo que siento por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora