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Ilia ya estaba un poco nervioso, Marcos no bajaba y aunque su reloj le decía que solo habían pasado cinco minutos igual estaba inquieto. Solo se calmó cuando vio a Marcos bajar arreglado y sonriente las escaleras. Lo normal para él sería llenarse de inseguridades, sentir que no se había arreglado lo suficiente, preguntarse qué podía ofrecerle a ese ángel caído del cielo, pero se quedó tan embobado viendo a su cita que ni de las inseguridades se acordó.

Cuando llegaron al auto se quedó en blanco, ¿debería abrirle la puerta? ¿y si se ofendía? Decidió solo hacerlo y le abrió la puerta para que subiera.

Marcos lo observó todo el tiempo, divertido de su comportamiento de soldadito de cuerda, poco le faltaba para caminar con las manos y los pies al mismo ritmo. No era idiota, en mensajes sospechó que quizá le gustaba a su vecino, pero verlo en persona fue en definitiva revelador.

—Bueno ¿entonces como qué tienes planeado?— extendió el brazo para apoyarlo en la parte de atrás del asiento del auto. Acomodó la mano y rozó accidentalmente el cuello ajeno con su pulgar. Para su diversión Ilia se puso derecho de golpe en el asiento. Adorablemente nervioso. Decidió ser mínimamente inteligente y retirar su brazo del asiento, no era buena idea molestar a un conductor tan sensible...

—Mi...— Ilia intentó comenzar a hablar pero la voz se le ahogó y tuvo que aclararse la garganta antes de continuar—. Mi mamá me regala cada fin de año una tarjeta de regalo para ropa— sonrió nervioso intentando hacer un comentario relajado—. Cuando tenía mi edad modelaba la ropa de la familia y como que tiene esta fantasía de que haga lo mismo pero... — le dedicó un rápido vistazo, con una sonrisa significativa.

—¿Pero qué?— Marcos se acomodó en el asiento para verlo directamente e hizo como si no entendiera la insinuación.

—Bueno, mi mamá era muy hermosa y yo... mmm... puedes verme— no quiso sonar patético así que agrego— ... tengo lo mío pero no a ese nivel.

—¿Tú crees? –sonrió con un gesto coqueto e Ilia se sonrojó de los pies a la cabeza. Su piel era tan blanca que era difícil ocultarlo.

—Bueno—, intentó mantenerse relajado y tranquilo frente a su crush—. Hay cosas que no son cuestión de creer, son hechos.

—Yo creo que para este caso todo puede ser muy subjetivo... ¿Quieres saber qué pienso? – sonrió.

Ilia se quedó en silencio preguntándose si quería escuchar lo que el otro tenía que decir sobre su apariencia y como buen cobarde que era, después de considerar las opciones, negó efusivamente.

—Creo que prefiero quedarme con la duda.

—Cobarde— lo acusó.

—Los cobardes vivimos más.

—Ahhh... quizá—. Volteó al frente —. Pero te aseguro que los valientes vivimos mejor.

—No creo— negó y se defendió.

—¿No? ¿Por qué no te animas a ser valiente un día de estos y te muestro lo que te pierdes?

—No estoy seguro de estar listo para tu liga...— se rió nervioso.

—¿En que estas pensando? ¿Cuál crees que es mi liga?

—En nada— se apresuró a aclarar.

— ¿Qué imagen tienes de mi? Cuéntame, quizá te podría complacer...— volvió a usar un tono insinúate que a Ilia le erizó la espalda.

—¡No pienso en nada!— pasó duro y tomó aire, acomodándose en su asiento, por suerte estaban aún en el complejo residencial y su madre tenía una sucursal de su marca de ropa en la pequeña área comercial del lugar. Estaba muy seguro de que si le tocaba conducir con los nervios que tenía en un sitio más concurrido aquello podría terminar en desgracia.

—Cobarde...— se burló.

—¡Déjame!— se quejó.

Marcos soltó una risita divertida y decidió dejar de molestarlo por un rato.

—Entonces vamos a escoger tu ropa, podemos ir a comer algo y después me acompañas a escoger mi ropa, ¿qué te parece?

—¿Seguro? Podríamos comprar al mismo tiempo o podemos ir por tu ropa primero— propuso.

—No, pienso tener toda mi atención fresca y completa para verte modelar para mí.

—Creo que quizás deberíamos ir por tu ropa primero.

—No, no te vas a librar de esto cuando tú mismo lo propusiste, vamos por la tuya primero.

—Hay una película nueva en el cine...

— ¿Quieres llevarme a un sitio oscuro? Ahora te estás poniendo atrevido.

—¡Vamos por la ropa!— Ilia sinceramente no tenía idea de cómo había pasado de planear intentar ligar con Marcos durante el día a avergonzarse a sí mismo al mínimo coqueteo. Como sea, puede que estuviese nervioso y avergonzado, pero también estaba tan feliz que le era difícil creer lo bien que estaba yendo todo.

Lo único malo es que hasta ahora había actuado como si el coqueteo de Marcos le incomodara o como si no lo deseara, no quería que pensara que no estaba interesado, pero tampoco quería verse como si lo tomara muy enserio por si acaso solo era la forma de ser de Marcos el comportarse así.

Aparcaron en el estacionamiento del lugar donde estaba la tienda. Se quitó el cinturón de seguridad y se quedó quieto unos segundos, aún pensando cómo darle a entender a Marcos que le gustaba.

—¿Ocurre algo?— Marcos se preocupó al verlo estático y sin intención de salir del auto.

—Quizá podría...— murmuró en respuesta.

—¿Sí?— Marcos no entendió de qué hablaba pero esperó a que continuara y le explicara a que se refería.

—Tú sabes...— se humedeció los labios sin mirarlo—... ser valiente un día de estos— dijo apresurado y casi al mismo tiempo se bajó del auto dejando a un Marcos procesando lo que acababa de escuchar. Cuando lo entendió soltó una carcajada y salió del auto caminando rápidamente tras el chico que ya entraba a la tienda. Le pasó el brazo por los hombros y como si le hubiesen dado permiso de ser más atrevido se acercó al oído del chico y le habló bajito.

—Cuando quieras mi pequeño León Cobarde, puedo ser tu camino de ladrillos amarillos y enseñarte como ser valiente.— Lo tomó por la mano como si fuese lo más natural del mundo para caminar así a la tienda—. Seré tu mago de Oz.

—¡El mago de Oz era un charlatán!— se quejó pero se aferró a su mano con el corazón desbocado en su pecho.

—Pero uno efectivo.

—Un charlatán al fin y al cabo— renegó con el rostro caliente.

Marcos se detuvo y llevó la mano que tenía en la suya a sus labios y la besó con cuidado.

— Quizá pueda parecer que soy todo trucos y habladuría... pero sé valiente mi león cobarde y te demostraré que puedo ser muy ingenioso... y cumplir los deseos que nazcan de tu corazón...— le prometió mirándolo a los ojos.

En algún momento del diálogo Ilia descubrió que demostrarle a Marcos que estaba interesado en él era el menor de sus problemas...

Que Glenda, y todas las hadas de los cuentos lo ayudaran por que este charlatán lo iba a tener bailando en su palma sin que pudiese hacer nada para resistirse.

—Tienes mucho trabajo por hacer...— murmuró perdido en los ojos azules de su compañero.

—Soy un charlatán trabajador y paciente, ese es el menor de los problemas— le guiñó el ojo y retomó su camino hacia el interior del establecimiento.

Ilia sintió que definitivamente ese era su camino de ladrillos amarillos, su camino correcto. 

P.D. Me encantasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora