Ilia y Marcos lo pasaron bastante bien esa tarde, aunque era la primera vez que salían juntos y la segunda que hablaban en persona era como si fuesen cercanos desde hace mucho tiempo. Ilia lo atribuyó al tiempo que llevaba pendiente de él, había puesto tanta atención a lo que le gustaba y lo que hacía que sentía que lo conocía muy bien a pesar de no hablar directamente. Marcos en cambio atribuyó el sentimiento de cercanía a la familiaridad de ser vecinos de toda la vida, a esta sensación de acercarte a algo conocido a lo que solo no le prestabas mucha atención.
Ilia llevó el auto a su casa y caminó con Marcos hasta la de él para dejarlo en la puerta.
-Bien, llegué sano y salvo a mi casa, puedes estar orgulloso- Marcos le sonrió sin intención de entrar de inmediato al parecer.
-Gracias por la ayuda... ojalá pueda pagártelo un día de estos...- otra cita quizá...
-Suena prometedor, pero no me des carta libre o podría ser... demasiado para ti.
-...- era un novato coqueteando así que se quedó callado sin saber que decir- Claro...- terminó murmurando. Se despidió lleno de nerviosismo y regresó a su casa a paso apresurado.
Marcos lo observó con una enorme sonrisa y entró a su hogar sin la más mínima intención de dejar de hacerlo. Creyó que nada podría arruinar su humor pero de la nada su teléfono sonó, era una llamada de Yulia. Colgó de inmediato y pensó si debería bloquearlo, no es que lo aborreciera, solo no le interesaba y no quería seguir alargando aquello.
Estaba pensando que hacer respecto cuando recibió, esta vez, un mensaje.
"Por favor habla conmigo, puedo explicar lo que pasó"
Marcos vio el mensaje y se planteó la situación, aunque hubiese una razón para la forma en que Yulia había reaccionado, la verdad es que de cualquier forma no estaba interesado en él.
"Está bien, no pasa nada. Igual lo no congeniamos el uno con el otro. Dejemos las cosas como están. No volvamos a vernos"
Ya le había dicho que no se volvieran a ver en persona, así que no tuvo reparo moral en bloquear el número después de enviar el mensaje. Marcos era una persona que no podía concentrarse en dos personas a la vez, sabía que era un hombre fiel pero a ser sinceros ni él mismo sabía si era por principios o simplemente porque no tenía la capacidad de dedicarse a dos personas al mismo tiempo. Sea como sea, no quería tener nada que ver con esta vieja chispa ahora que estaba conociendo a alguien nuevo.
Una vez más se sorprendió de lo rápido que dejó ir al admirador que lo había tenido tan interesado antes, supuso que se había engañado a sí mismo con sus propias fantasías y cuando la persona real no calzó en ellas fue como si esa persona jamás hubiese existido en su corazón.
Dejó el teléfono de lado y sacó la ropa recién comprada con una sonrisa, podía recordar la cara del pequeño leoncito cada que lo veía salir del probador. Recordó entonces que tenía registrado a Ilia como Odisea y recuperó su teléfono para cambiarlo, esta vez decía "Odisea de un león cobarde", sorprendentemente el nombre entró en el límite de caracteres. Era un nombre ridículo y poco práctico pero le hizo sentir que conocía un poco mejor al chico y eso le gustó.
Faltaba poco para la fiesta navideña en casa de los papás de Ilia y aunque no encontraron un pretexto o tiempo para verse se mensajearon todos los días. Algo ridículo cuando eran vecinos. Pero la madre de Ilia lo tenía de arriba a abajo con la preparación así que fue imposible encontrar tiempo para verse.
La noche de la fiesta llego e Ilia fue a recoger a Marcos a su casa, casi todos los vecinos estaban en el patio de Ilia así que tras salir de allí la calle parecía mas solitaria que de costumbre. Tocó a la puerta de Marcos y sintió que el sonido del timbre resonaba más de lo normal. Marcos salió casi inmediatamente, más guapo aún que el día que se había probado la las nuevas prendas y también olía riquísimo.
