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Marcos entró a su habitación y lanzó la cartera a la cama, molesto. El sujeto con el que apenas comenzaba a verse resultó ser un imbécil, su supuesto admirador secreto había terminado siendo la peor cita que había tenido en su vida, ya antes al tratarlo había sentido que no congeniaban tan bien como creyó que lo harían, pero pensó que solo necesitaban tratarse un poco más. Después de todo, los mensajes que le había enviado con sus regalos parecían encantadores, divertidos y hasta tiernos.

Un año atrás comenzó a recibir regalos de un admirador secreto, al principio no le prestó mucha atención. Guardó las notas simplemente por orgullo y precaución, de ser un admirador real, el gesto acariciaba su vanidad como terciopelo de la mejor calidad pero, de ser una mala broma quería tener pruebas para regresar el golpe de ser necesario. Las cosas cambiaron con el paso de las semanas, aquellos regalos no dieron paso a ninguna broma pesada ni tampoco apareció nadie para reclamar el crédito.

Cada regalo se lo dejaron en sitios públicos que no invadían su privacidad. Al principio los mensajes eran genéricos, "felicidades", "espero que tengas un lindo día", pero eventualmente comenzó a escribir un poco más, recordaba que la primera nota un poco diferente decía; "Disfruté mucho tu partido, la verdad no sé mucho de fútbol pero adoro ver tu rostro concentrado. Es increíble ver lo mucho que te gusta". Después de eso, Marcos comenzó a responder a sus notas en sus historias de instagram. Podían parecer mensajes genéricos a alguien más pero el dueño de las notas sabría que le estaba hablando. Todo aquel intercambio había sido emocionante y divertido. Nunca pensó que al tratar con la persona real todo se sintiera tan aburrido y superficial.

Hacía unos meses había publicado una historia en la que mostraba que había comprado un kit para hacer pulseras de metal y cuero, dejó un mensaje que decía; "un día haré una para ti", al día siguiente encontró en su auto, al salir de clases, un jugo con una nota que decía "tenía este jugo en la mano, pero ahora ya no, mi mano está tan vacía". En aquel momento la nota le causó gracia pero con el paso de los días pareció que ambos lo olvidaron. Pensó que ahora que se conocían y las cosas estaban tan tensas traerlo a colación podría aligerar las cosas entre ellos.

Así que invitó al sujeto a salir y le dijo que tenía algo para él, el chico estaba emocionado cuando se vieron pero tras ver el regalo fue difícil ocultar su decepción. Marcos se sintió culpable, el chico siempre lograba darle cosas que lo hacían sentir bien, nunca le había dado algo que no le gustara así que se ofreció a traerle algo de beber mientras pensaba cómo mejorar la situación. Había una fila enorme para la bebida que su cita quería pero, por suerte, un amigo estaba casi al frente e hizo el favor de comprarle lo que quería. Cuando volvió con su cita lo escuchó hablando por teléfono, quejándose de haber recibido "una pulserita sin gracia". Aunque hablaba bajo no era difícil escucharlo. Fue muy claro para Marcos que su cita, Julia, no estaba interesado en ellos dos de la misma forma que él. Aunque estaba muy molesto se limitó a acercarse, entregarle su bebida y decir un simple "no volvamos a vernos", no quería dedicar más tiempo o pensamiento a aquel sujeto.

Se cambió la ropa por algo más cómodo y cuando creyó que se había calmado un poco vio el cajón en el que tenía las notas de aquella decepción, las sacó sin pensarlo y las lanzó a la papelera. Aunque esta estaba a la mitad decidió que era un buen momento para sacarla al contenedor del patio. Empacó su basura y salió a paso decidido.

Estaba por lanzar la pequeña bolsa de basura al contenedor de metal, cuando escuchó un susurro al otro lado de la barda. Se extrañó e intento escuchar qué decía.

"¿Crees que podrías acompañarme?...no... verás, mis papás tienen esta fiesta y tenía que llevar a alguien pero tuvo un problema y me preguntaba... suena horrible"

Marcos reconoció la voz de su tímido vecino y se olvidó de su mal humor por un momento, buscó a su alrededor y por suerte su papá había dejado la escalera plegable recargada cerca. No la abrió y la usó como una escalera simple. Sonrió travieso y subió despacio, muy sigiloso y sonrió aún más al ver al chico en el columpio de su hermanito pequeño meciéndose y repasando lo que parecía un intento de invitar a alguien a algún sitio. Le pareció adorable.

—¿Necesitas ayuda?— le llamó y para su diversión vio al muchacho levantarse del columpio, atorarse en él, tropezar e ir a dar al suelo todo nervioso, luchó por levantarse y al hacerlo se sacudió y con la cara completamente roja sonrió como si nada hubiese pasado.

—Ho-¡Hola!— saludó nervioso— amm ¿que...qué haces por aquí?— y casi al instante se arrepintió de la pregunta y se golpeó la frente.

—Espiando, al parecer—. Marcos se rió divertido y quiso dar una respuesta que lo pusiera también en una situación "vergonzosa" con la esperanza de hacer sentir mejor a su vecino—. ¿Practicas algún dialogo?—apoyó un brazo en la barda — ¿quieres un compañero de ensayo? – se burló un poco.

—¿Eh? ¿Qué? ¡No! Este... si... —estaba abochornado— ¿qué tanto escuchaste?— casi murmuró pero aún así se escuchó claro.

—No mucho, ¿algo como que necesitas una cita? – ladeó el rostro.

—Si... es mi papá—, se excusó—, quiere que lleve a alguien a la reunión navideña de vecinos y mis amigos están ocupados ese día—. Mintió magistralmente, como buen nerd introvertido—. Buscar un desconocido que me quiera ayudar no suena divertido...—. Murmuró, preguntándose cómo dar el siguiente paso y preguntar si a él no le interesaría acompañarlo, quizá debería lanzarle un azuelo. Si le prometía un regalo para navidad tendría también la excusa perfecta para darle su regalo, sería la segunda vez que se lo diera en persona y quizá esta vez sí lo recordaría.

—¡Ah! ¡claro! mis papás me dijeron que los tuyos estaban organizando algo, no te hagas líos, ¿qué tal si voy contigo? De todas formas tengo que ir—. Propuso, una cita con ese manojo de ternura sonaba divertido. Pensó rápidamente en las ventajas que le podía enumerar de ir juntos pero para su suerte no fue necesario.

—¡¿De verdad?!— Ilia soltó emocionado ante lo fácil que aquello iba por el camino que quería—. Me harías un favor enorme, va a ser en mi casa y se que somos vecinos pero podría irte a buscar y...llegar juntos...—Comenzó a dudar—. Si...si puedes claro—. Quizá era solo una broma y salto demasiado rápido a conclusiones.

— ¡Por supuesto!— sonrió ampliamente— ¿tienes tu teléfono? Olvidé el mío arriba pero puedes guardar mi número, escríbeme y nos ponemos de acuerdo.

—¡Claro, claro!— Ilia sacó emocionado su teléfono y se acercó a la barda.

Tras escribir el número, Ilia le acercó el teléfono a Marcos para que lo revisara, éste le dio marcar y después colgó.

—Perfecto, en cuanto llegue a mi habitación lo guardare—. Le tendió la mano como si quisiera estrecharla. Ilia la tomó felizmente y su pálido rostro enrojeció cuando Marcos sujetó su mano, la levantó, inclinándose sobre la barda y besó suavemente el dorso blanco y frío—. Tenemos una cita entonces—. Sonrió con un encanto que lo caracterizaba e Ilia perdió sin remedio el suelo bajo sus pies, estaba tan perdido...

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Holiii Espero que la historia les vaya gustando hasta ahora, por si acaso a alguien no le queda claro, Ilia y Marcos no tienen una relación ni remotamente cercana, son vecinos que a veces se dicen buenos días pero es suficiente como para no tener que presentarse o tratarse como desconocidos, en específico Marcos siendo un chico super extrovertido tiende a hablarle así a la gente XD como si la conociera.

En fin espero que esto les vaya gustando y si tienen alguna petición adelante! Que estamos en época de dar XD.

P.D. Me encantasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora