⇝ Capítulo 50

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maratón final: 8/8

•──•──•──•✦•──•──•──•UNIÓN ETERNA

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UNIÓN ETERNA.
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Otra vez estaban en la misma sala sin fin, esta vez, con una puerta delante de cada uno. Un paso adelante, Atenea abre su puerta y se deja caer junto con los otros dos jóvenes. No es hasta que sus pies tocan tierra firme que observan su alrededor: estan en una mansión desdibujada, en una habitación de matrimonio, dónde hay una pareja risueña en su burbuja de felicidad.

—Eres de lo que no hay —la mujer negó acercando su rostro más al de él.

—Y tu eres tan bonita, cariño —acarició su mejilla con delicadeza.

—¿Has pensado en ser padre alguna vez? —curioseó la mujer.

—Hum, sí —soltó un suspiro—. Pero el mundo que lo recibiría no me gusta.

—Entonces, habrá que cambiarlo para que podamos ser padres, ¿no? —sonrió.

—Si así lo deseas, sí —aceptó el hombre.

Ninguno de los tres jovenes estaba entendiendo nada. Ese hombre era Stephen Herondale, pues lo habían visto anteriormente en recuerdos. Pero esa mujer... ¿Era Céline? ¿No era rubia? Se miraron entre ellos confundidos hasta que la escena cambio en un parpadeo. La misma mujer se encontraba está vez sola junto a... Angel. No se la veía tan feliz, al contrario, parecía desolada y bastante preocupada. De vez en cuando acariciaba su vientre, por lo que dedujeron que estaba embarazada. ¿Qué había pasado? ¿Quién era esa mujer? ¿Dónde estaba Stephen?

—Me ha dejado, Angel... —se lamentó—. Ni siquiera he podido ser valiente y decirle que...

—...Esperas una criatura suya —completó el brujo— ¿Has sabido algo más de él?

—Se ha vuelto a casar —murmuró en un hilo de voz—. Y creo que esperan a un hijo.

—¿A qué has venido? —alzó ambas cejas—. Hablar contigo no me es permitido.

—Y lo entiendo. Solo quiero pedirte un favor.

—Depende de cuál sea, lo podré cumplir o no.

—Quiero una unión eterna con este bebé y el de Stephen.

—¿Hum? —la observó con confusión, Angel—. ¿He oído bien?

—Sí. Quiero que enlaces su destino —acarició su vientre— con el del hijo de Stephen.

—¿Cómo dices? —parpadeó impactado, Angel.

La flecha que nos unió » Alec Lightwood | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora