⇝ Capítulo 43

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maratón final: 1/8

•──•──•──•✦•──•──•──•NO SIGAS POR AHÍ, CORAZÓN

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NO SIGAS POR AHÍ, CORAZÓN.
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NARRA ATENEA.

Al parecer, mientras Jace y yo estabámos de "crucero" con Valentine, las cosas por el instituto estaban bastante revueltas. No era nada sorprendente, puesto que desde mi llegada había comprobado, miles de veces, lo frenético que sucedía todo en Nueva York.

En nuestra ausencia, habían combatido con un demonio que terminó provocando, entre otras cosas, que Alec, controlado por este, matase a Jocelyn. Y destaco este acto por el efecto que estaba teniendo en mi chico. Su nuevo pasatiempo nocturno se había vuelto disparar a grandes distancias para distraer su mente. Al principio quise dejarle su espacio, pero al final decidí encarar el problema. Y aunque traté de hacerle entrar en razón y hacerle ver que no era su culpa, fue inútil. También intenté hablar con Jace, pero se mostraba bastante afectado por la pérdida e Izzy estaba bastante ausente, cosa que también me preocupaba. Algo había oído de que también había sido poseída por ese demonio, pero no quiso hablar del tema cuando le pregunté. Así que estaba bastante sola la mayor parte del tiempo, persiguiendo a uno de los tres para ver como seguía.

Había olvidado que la especialidad de estos tres hermanos Lightwood era echarse la culpa por acciones y decisiones ajenas a su control.

En este momento estaba tras Alec. Y de momento iba bien, no se había dado cuenta de mi presencia. Por fin mis dotes de persecución estaban dando sus frutos. Realmente, era la primera vez que me eran útiles para seguir a alguien que no fuese un demonio. Cosa curiosa, puesto que supuestamente los shadowhunters tenemos los sentidos más agudos y...

—Oh, perdón —detuve mi andar distraído al chocar con alguien.

—¿Atenea?

—¿Clarissa?

—Sabía que alguien nos estaba siguiendo —susurró tras de mí, Alexander.

—Y que alegría te ha dado saber que era yo, ¿verdad? —sonreí buscando su mirada.

—No lo negaré —admitió por lo bajo mientras guardaba e invisibilizaba su arco en su carcaj.

—Bueno, ¿y cuál es el plan? —retomé mi andar.

—Espera, ¿vienes con nosotros? —elevó ambas cejas incrédula, Clarissa.

—Sí —me crucé de brazos decidida—. Ahora contadme adónde vamos.

—Tu a ninguna parte, deberías estar descansando —refunfuñó el pelinegro.

La flecha que nos unió » Alec Lightwood | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora