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Haren:

— Al fin. ¡Llegamos! — exclama mi hermana cuando ve que el avión está aterrizando. Para la próxima vez me siento en el último asiento para no sentirla en todo el viaje. Traerla a mi lado es una tortura. No me dejó dormir, joder.

— Que emoción. ¡¡Siii!! — digo dejando ver, con mi tono de voz y la expresión de desagrado que tiene mi rostro, las grandes ganas que tenía de llegar.

— Mi hermanito querido — me dice apretando mis cachetes — Tú siempre tan emotivo. Vamos que papá nos espera.

Me levanto poniendo los ojos en blanco y camino tras de ella. Cuando bajamos del avión ya está, Josep, el chofer de mamá, esperandonos al lado de un BMW serie 1, 2022 de color negro.

—  Buenos días, señorita, señor — saluda y hace una pequeña reverencia, algo que detesto pero que padre le exige a los empleados — La señora Patricia me mandó a buscarlos — nos anuncia con una sonrisa que hace que se le vea los años que tiene.

— Hola, Josep — digo y me subo al coche.
Siento como mi hermana le pregunta, sin aún subir al carro:

— Josep ¿donde está mi padre?

— Lo siento señorita, él no pudo venir. La señora me mandó a buscarlos — dice excusando a mi padre mientras le abre la puerta trasera a mi hermana y ella se sube con una triste cara.

Mi padre siempre hace lo mismo. Le dice que vendrá y nunca viene. Suerte que yo hace años me adapté a sus falsas promesas y cosas como éstas no me sorprenden.

Josep prende el motor y nos dirigimos a mi casa.

Hacía más de un año que no venía y, para mi sorpresa, cuando llegamos 30 minutos después, veo que sigue tal cual la recuerdo.

Antes de bajar del auto veo a mi mamá salir a recibirnos.

— Mis pequeños — nos dice con su dulce voz acercándose a nosotros — Los extrañé tanto — nos dice mientras abraza a mi hermana y después a mí.

— Mamita, si nos viste la semana pasada. — dice Anika dándole un beso en su mejilla.

— Ana, sabes que para nuestra madre estar un día separados de nosotros es una eternidad — digo.

— Exacto, mi niña. Tu hermano tiene razón — me regala una linda sonrisa — Vamos que deben tener hambre, ya casi es medio día.

— ¿Preparó Josefa lo que le pedí? Muero por probar uno de esos espaguetis que suele preparar. Los de España no se comparan a los que ella prepara — habla mi hermana mientras nos dirijimos a la cocina.

Josefa ha sido la cocinera de la casa desde que tengo uso de razón. Siempre ha sido muy cariñosa con nosotros y nos ha tradado y mimado como si fuéramos sus hijos. Está bastante mayor pero eso no le quita los deseos de trabajar y mucho más cuando sabe que nosotros estamos por venir.

— Mis niños. ¡Qué grandes están! — nos dice cuando nos ve entrar a la cocina acompañados por mamá.

Mi hermana va, le da un abrazo y después lo hago yo.

— ¿Ya está listo lo que te
pedí? — pregunta una curiosa Anika mirando todos las ollas y bols que encuentra.

— Saca la mano niña curiosa — la reprende Josefa dando un leve manotazo sobre la mano de Ana cuando trata de abrir donde supongo que este nuestro almuerzo.

— ¡¡Ayyy!! — dice mi hermana siendo más dramática de lo usual — Está bien señora, es que muero de hambre.

— Jmmm. Espera un rato que voy a poner la mesa.

Bailemos(En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora