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El acuario siempre me pareció un lugar tranquilo y callado, un lugar en el cual puedes apagar la mente un momento y apreciar la belleza marina, o por el contrario, un lugar para profundizar en la complejidad de tus pensamientos. De cualquier forma, es reconfortante.

Habían peces, solo viviendo sus vidas sin realmente estar al tanto de aquel vidrio que los mantienen enjaulados, sin saber que estaban siendo vistos, no les importaba nada de eso, ellos iban a lo suyo.

El dueño del acuario decidía que pez llegaba, que pez salía, que pez era comida y que pez era alimentado. La vida de esos animales dependía de esa persona, aquella persona que sabe exactamente como mover los hilos.

Yo no era el dueño, no era siquiera un pez. Yo era un visitante. Veía como se movían los peces, podía incluso deducir sus siguientes movimientos si realmente les prestaba atención. Pero no era uno de ellos. Los conocía bien, pero para ellos yo era tan insignificante que no sabían de mi presencia, y si lo estaban, no les podía importar menos.

Secretamente, quiero ser parte de aquellos inconscientes peces.

–Sherlock –llamó una voz conocida–, es hora de irnos.

–¿Podemos venir mañana?

–Claro, hermano mío.

Hacía años que no voy al acuario.

Reputación - TeenlockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora