Cuentos de medianoche

I

¿Qué pasaría si un día mi corazón pesará más que la pluma?
El Dios devorador no tendría piedad de alguien que le ha servido durante siglos o quizás lloraria penas por tener que devorar el corazón de alguien que solo cometió un error.

Y aún mi alma esté perdida vagando por el desierto de sombras y luces, mi corazón seguiría con su lastimero latido que de a poco se va calmando hasta quedar sólo el silencio que anuncia la llegada de la dulce muerte que acaria mi rostro y estrecha mi mano en un saludo, quizás luego un adiós.

De su miraba tan oscura y carente de aquello que antes lo hacía sentirse vivo, hoy es como si salieran pétalos de flores de mis entrañas y agonizara bajo el cielo nocturno de su presencia hasta que mi alma deje esta tierra.

Por que todavía esta tormenta de arena no vuelve a la tenebrosa calma del desierto así podría esperar al dios de las guerras tan solo para poder despedirme por que me has dado la valentía que tienen aquellos hombres que han peleado bajo tu divina guía, y ahora debo alejarme de esto por una vez.

Como si la diosa de las estrellas y la luna no han tenido suficiente llanto y amargura tras ver estos lugares ir y venir como si no hubiera mañana, ahora con su tenue calma acarician mi espíritu llevando paz a un corazón que esta en manos de otro dios y cuando éste lo decida será un adiós.

Los habitantes del Nilo podrán devorar en vida mi carne pero un espíritu inquebrantable fue lo que me dieron para soportar tanta angustia y tristeza de ser consumida por la sangre y hasta perfumes que no hacen más que alargar mi condena.

Si el día de mañana Ra vuelve a iluminar esta tierra de desierto y arena, yo dormiré bajo ésta, si el dios de la muerte no permite que me marche todavía estaré en pie de lucha hasta que se cansen y se rompan mis huesos.

Que águilas y halcones con su cantar traigan en mi las fuerzas para levantarme y echarme andar, seres sagrados con gran significado, historias escritas en piedras y dioses que todo lo ven y que poco pueden hacer.

Ojalá el solitario y oscuro océano tenga misericordia y acabé conmigo antes que lo haya yo mismo, que los seres que lo guardan no caigan ante el miedo, que sean las murallas y las estrellas quienes caigan y que mi alma no lo vea.

Y ahora que leo esto, nada de lo dije tiene sentido.