ἔρως

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¡Oh Diosa mia!, dime ¿Cómo hago para sanar tanta angustia que hoy atraviesa y condena mi alma?, dime mi Diosa, ¿Cómo puedo hacer para que este corazón deje de sangrar?

¡Escuchame! Hijo del amor y de la guerra, tu que has visto tanto dolor, tanta pena y angustia, dime que he de hacer para olvidar el amor que me atrae hacía ti, te lo ruego, Dios mio.

«No mires a otro lado» Se repetía mil veces ese momento en su memoria, no le daba descanso a su alma. Esto solía perturbar el corazón de aquel Dios.

«Hijo del amor y de la guerra» eso representaba él, quería darle orgullo a su padre, quería que su padre lo amara, tanto como los representantes del miedo y el dolor, él no había sido creado para empuñar una espada y acabar con la vida de aquellos que sean sus enemigos.

Si para ser un gran arquero y nunca fallar. Dioses, ¿Cómo un ser que había sido creado para dar amor puede causar tanto dolor en el corazón de otro Dios?, esa respuesta carcomia el corazón de su padre.

¿Cómo sería posible que una criatura pudiera dar amor y a la vez cargar con tanto odio en su interior?

El recuerdo del llanto del que sería tu tío venía a su memoria en las noches de tormenta, ese diálogo, esa sonrisa, ese Dios con fama de siempre ser alguien vanidoso y ser despreciado en el amor.

Puede que seas un gran arquero, pero no te olvides que mis flechas pueden herir a mortales y a dioses.

Dioses mios, ustedes han sido testigo de cuán doloroso y poderoso podría llegar a ser.

Su hermano castigó a dos seres hermosos pero que se odian mutuamente, con ambas flechas doradas a traición atravesó el corazón de su sangre y condenando al otro para que se amaran ya sea en lo sentimental o en lo carnal.

El orgullo se partió en millones de pedazos pero con pulso firme se arrancó del pecho esa flecha y la lanzó a suelo, realmente prefería morir antes que amarlo.

No, su orgullo no, su corazón se rompió en pedazos cuando recordó a su primer amor, un joven tan hermoso y tan dispuesto a amarlo, y murió en sus brazos, ahora juraba que podría ver como el cuerpo inerte de su sobrino caía en sus brazos.

El amo y señor de la guerra, podría infundir el miedo en los corazones de los soldados más valientes, pero el temía por la vida de sus hijos e hijas, por la vida de aquellas personas, mortales o dioses a quienes ha dado su amor.

Dime Eros, ¿Quién eres? ¿Qué representas realmente?, no se como decirte que realmente me duele el corazón ver que has cambiado y ahora tu expresión es de odio puro.

Eros, mi hermoso Eros, eres por momentos un ser tan dulce y amoroso, alguien que es capaz de dar su amor sin importar lo que suceda, pero también puedes ser alguien cruel, alguien al que no le temblara el pulso cuando su arco se tense e impulse su flecha, atraviese mi pecho y condene mi vida con la muerte y no con el amor.

Cuentos de medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora