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La velocidad de Inuyasha era sorprendente, por lo cual no era extraño que le ganara al derrumbe del lugar.

Cuando finalmente salió se detuvo unos pasos después de la entrada de escape, riendo y jadeando por el ejercicio.

—¡Ey! —Saludó con un entusiasmo que tanto Kohaku como Shippo coincidieron con no ver en, hacía ya mucho tiempo, la felicidad fácilmente vista en el rostro de Inuyasha era tan contagiosa que sus compañeros no tardaron en reír y sonreír con Inuyasha.

En contraste con los risueños salvadores, los aldeanos se abrazaban y lloraban con esperanza, como pobres mariposas encerradas en porcelana que, después de perder la esperanza de volver al exterior, pudieron por fin escapar y pararse una vez más en su flor favorita.

—Bien, como ya los salvamos —, Shippo que había vuelto a su forma original, sacudió sus manos y se puso en posición de jarra miró a los aldeanos— debería haber compensación. ¿No?

Shippo originalmente se refería a una cena, alcohol y posada gratis por una noche, llevaban mucho tiempo durmiendo en el bosque. Quería dormir en un tatami.

Las miradas de los aldeanos, que parecían conejitos a punto de ser desollados, cambió a una de un lobo a punto de matar a su presa. De manera casi literal, pareció verse como si esos aldeanos estuvieran a punto de lanzarse a atacar y matar.

Inuyasha sacudió su mano ensangrentada observando la situación, él no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Qué demonios? El vago recuerdo de Kagome cambiando de actitud tan irrazonablemente apareció. Tenía esa duda, se preguntaba si probablemente, son muy pocos los humanos que actúan con humildad y lógica. Una pequeña presión en su pecho apareció, pero tan pronto como apareció Inuyasha hundió ese sentimiento. Realmente no se quería amargar el momento, estaba muy contento como para pensar en… otras cosas.

—Ustedes, demonios, tienen la culpa de todo, ¿y aún se atreven a pedirnos bienes por salvarnos? ¡Fueron los suyos los que nos secuestraron, era su deber corregir los errores de los suyos!

—¿Ja? Así están agradeciendo nuestras buenas intenciones —, Shippo parecía divertido, pero en su voz se denotaba una burla y desprecio. Su cabello castaño claro cayó y se balanceó con el levantamiento de mentón que hizo Shippo, que aunque tenía una estatura baja, lo hacía ver por encima de los aldeanos andrajosos.

—Creo que tienen ideas erróneas sobre nosotros y los demás demonios —. Comentó tranquilamente Kohaku, su tono de voz bajo y relajante buscaba llamar a la calma. En cambio, hizo todo lo contrario.

—¿Ideas erróneas? ¡Seguro que ni siquiera eres humano! —, la voz rasposa de una anciana sonó y luego un coro de personas gritando tonterías denigrando a los salvadores la siguió. Por supuesto, eran aldeanos ignorantes, personas que reciben y piden más, sin dar nada a cambio.

—Son sólo un montón de humanos idiotas sin cerebro —, comentó Inuyasha sin tapujos, rascó su oreja como si nada de lo que los aldeanos hablaban tuviera que ver con él. En ese instante, el camino por el que había corrido se derrumbó por completo levantando una nube de polvo a las espaldas de Inuyasha.

Todos miraron en silencio a Inuyasha cuando la nube cayó. Su cabello plateado se agitó por la corriente de aire, al igual que las anchas mangas de su ropa; sus ojos ambarinos se iluminaron entre el polvo, como un dios que puede ver en las mentiras y saber los pecados de las personas. Los aldeanos al ver esa imagen, no pudieron evitar pensar en un demonio en busca de los que no merecen haber nacido e inevitablemente se asustaron.

Inuyasha ignoró por completo, entonces, a los aldeanos. Se volvió a Kohaku y Shippo hablando:—Mejor vamos a otra aldea, entre más desconocida mejor. Y, eh, deberíamos irnos ya.

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⏰ Última actualización: Dec 29, 2022 ⏰

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