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Se habían mantenido en el camino que, según Kohaku, los llevaría a una aldea cercana para abastecerse de alimentos, pues, a consejo de este, era mejor no gastar energía cazando, o si no, no habría forma de liberarse de los múltiples demonios que solían salir a molestarlos.

Inuyasha en cambio, no estaba de acuerdo, sin embargo, Kohaku tenía muchos puntos a favor, además los humanos tenían que alimentarse más seguido para mantener sus fuerzas, e incluso él en las noches de luna nueva.

El bosque era tranquilo, pasaban ciervos, conejos y todo tipo de animales, incluso algunos lobos los habían intentado atacar, no se necesitó nada más que un gruñido de parte de Inuyasha y todos se alejaban.

(...)

Sus pasos resonaban por el camino de tierra por el que pasaban, el pueblo no era muy grande, pero tampoco era pequeño. Las casas de madera y techos de paja compacta estaban desoladas, en un perfecto estado, pero no había ni una sola alma por el lugar.

Los aromas de los humanos eran casi nulos, como si se hubiesen ido hace tiempo y solo quedaran vestigios de lo que en algún momento fue. Inuyasha llevó su mano hacia el mango de su espada; sus orejas se movían entre tanto intentando captar algún sonido extraño y, asimismo, agudizó su olfato con la misma intención, pero nada.

-Que raro -Kohaku miró a los alrededores con una mueca de extrañeza-, la última vez que vine no fue hace mucho y este lugar estaba repleto de comerciantes y personas que vivían aquí mismo.

-No soy de los que se asustan por cosas simples -Shippo temblaba como si estuviesen en invierno-, pero esto, de verdad me da mala espina.

-¿Tienes miedo, enano? -dijo Inuyasha riéndose de la actitud del pequeño demonio.

-¿Qué? ¡No, claro que no! -Gritó en respuesta mostrándole su lengua como un niño humano-. Yo soy valiente -. El sonido de un arbusto moviéndose hizo que Shippo saltara para luego aferrarse al sashinuki de Inuyasha y de paso, aferrar sus uñas en las piernas del mayor. -¿Qué... qué fue eso?

Todos miraron en dirección al ruido de donde salió un pájaro aleteando sus alas con fuerza en contraviento.

-Tranquilo Shippo -sonrió Kohaku- es sólo un ave.

-Ya lo sabía -. Soltó la pierna de Inuyasha y se irguió con modestia como si fuese el emperador de los demonios.

-Ajá -soltó Inuyasha negando divertido. Su atención regresó al lugar, era muy extraño que un pueblo se volviese un pueblo fantasma así de repente, por el aroma del lugar y la composición de las tierras, parecía ser un lugar prometedor con gran fertilidad para los alimentos.

Decidieron adentrarse más al sitio, para investigar un poco y ver si quedaba alguna que otra persona que respondiese sus inquietudes. Inuyasha confiaba en su olfato bastante y estaba seguro de que no había falla alguna debido a que, aún faltaba tiempo para que hubiese luna nueva.

Caminaron por la zona con la guardia en alto. El silencio sólo roto por el río que pasaba cerca a la aldea dejaba en Shippo la sensación de que realmente no estaban solos. De hecho, tampoco Kohaku e Inuyasha se sentían tranquilos.

-¡Hola! ¿¡Hay alguien aquí!? -llamó Shippo en voz alta, sin recibir respuesta.

Inuyasha se arrodilló y puso su nariz en el suelo, sintió distintos aromas, el más reciente era de como máximo dos días atrás. Decidió seguir los aromas con su olfato.

Ensuciando sus ropas, gateando por el suelo, Inuyasha notó que todos los aromas terminaban en el campo de arroz. Las plantas de arroz se erguían por sobre el agua que las mantenía, vivas como si nunca hubiesen sido descuidadas.

Inuyasha llegó a pensar que había algo con su olfato.

-Aquí terminan los aromas -dijo Inuyasha.

-¿Estarán dentro del agua? -Preguntó Shippo.

-Es probable, pero el agua de estos campos no debería ser tan profundo y las plantas de arroz no deberían ser tan largas -analizó Kohaku.

-A menos que sea una absurda guarida de algún demonio -contribuyó Inuyasha.

Los tres guardaron silencio, al final, Inuyasha tomó las ropas a Shippo.

-Inuyasha, Inuyasha, espera. ¿Qué haces? -. Antes de terminar su oración y continuar con suplicas, Inuyasha lanzó al zorro demonio dentro del pequeño estanque de arrozal.

Shippo estuvo a punto de empezar a rezar para tener una muerte honorable, pero no tuvo la necesidad. Sus pies tocaron el suelo y pudo estabilizarse. Sacó su cabeza del agua del arrozal y miró a sus dos compañeros de viaje. Parpadeó. Shippo deseó empezar a llorar, agradecer a los cielos y golpear a Inuyasha. Pero no hizo ninguna.

-Nada -dijo Kohaku-, Shippo, intenta ver si tus pies alcanzan alguna hendidura anormal.

-Hay mamacita...- Murmuró mientras tanteaba con sus pies el suelo pensando que antes no había tenido que hacer eso.

Se movía con cuidado sobre la tierra húmeda y resbalosa, pisaba y pateaba haciendo que el agua y las plantas de arroz se movieran al mismo tiempo. En un momento de descuido, Shippo apoyó mal su pie y una de las plantas se enrollo en su tobillo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y miró espantado a Inuyasha antes de ser jalado por las plantas.

-¡Shippo! -gritaron al unísono el medio demonio y el cazador, lanzándose al estanque sin ninguna duda y siguiendo la planta que arrastraba al lloroso y gritón Shippo.

←∆→

-Amo Sesshomaru, ¿Qué le pasó en la mejilla? -Jaken miró curioso al tranquilo demonio que practicaba su caligrafía en la mitad de su habitación.

Sesshomaru no lo miró, tampoco mostraba intenciones de responder. Su mejilla estaba ligeramente herida, la noche anterior había ido a uno de los bosques en su territorio para resolver un asunto, como el Rey Bestia del Oeste, tenía cosas que solucionar; una de esas, era de hecho, el rumor de la aparición de un legendario objeto mágico que se decía era capaz de vencer a los cielos.

La leyenda de ese objeto no era un secreto, su padre había comentado en algún momento que ese tesoro había sido traído mil años atrás por una bestia de las zonas continentales de un país atravesando el mar hacia el sureste.

Sobre la veracidad, esta era ciertamente dudosa, pero valía la pena averiguar. Cuando fue, el tesoro estaba en las manos de un demonio de nivel medio; el tesoro era como un jade, frío y reluciente, circular. Semejante a la perla de Shikon, pero, a diferencia de la perla de Shikon, parecía que no aumentaba el poder.

El demonio también parecía sorprendido y dudoso respecto a eso, pero aún así, decidió protegerlo, seguramente para estudiarlo cuando escapara. Sesshomaru no tenía la intención de dejar escapar a ese insignificante ser. Luchó con ese escurridizo pedazo de inmundicia que le hizo esa herida al momento de tomar el jade. Sesshomaru recuerda que una gota de su sangre cayó en el jade y este brilló; el brillo, sin embargo, no duró mucho cuando uno de los secuaces del —ya muerto— demonio, lo tomó desprevenido y escapó a través de un portal de espejo que había en un lago quieto donde se había resguardado anteriormente el jade.

Envió a sus subordinados a buscar su rastro. Ellos le avisarían cuando encontraran el jade y a su captor.

Jaken al no recibir respuesta, simplemente suspiró y miró a Rin que estaba en una mesa a la derecha de Sesshomaru, haciendo una ceremonia del té. De hecho, ni importaba esa herida, se curaría antes de que callera el sol ese mismo día. 


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Mini teatro: 

Shippo: "Inuyasha, te mataré cuando salgamos de esta"

Sesshomaru: "¿Que tú harás qué?"

Shippo: "Que yo lo... ¡Amaré!"

Sesshomaru: *con un tic en el ojo* "¿Que tú qué?"

Shippo: "Ay virgencita, apiádate de mi alma"

Inuyasha y Kohaku: "..."

Rin: "Que bonito es el amor"

Todos: "..."

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Veamos cómo procede la situación a partir de aquí jsjsjssj

Ílio los ama.

Ílio los adora.

Los amo y los adoro.

Los amodoro.

Bais 

(ノ^◡^)ノ︵ ┻━┻

Superación  [SesshInu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora