Bailey
Mis ojos se abrieron desorbitados y de golpe cuando oí la puerta abriéndose; con el cuerpo ofuscado me incorporé, experimenté cierto temblor en cada extremidad, consecuencia de haber despertado tan repentinamente. Frente a mí estaba Blake, sano y salvo. La camisa seguía manchada de sangre, su labio también, y por lo que pude apreciar, seguía abierto. Lucía igual de frío y distante, sin embargo, no me amedrenté y cauta me precipité hacia él.
—Me tenías preocupada —dije seria.
Se quitó la camisa y la empuñó en su mano.
—Lo siento —se disculpó y se oía sincero, mientras que yo le escudriñaba el cuerpo buscando más golpes que gracias a Dios no aparecieron.
Él no se movía y a la vez que me presionaba más contra su cuerpo, el aroma a alcohol me golpeó la nariz, apretándola y volviéndose más denso.
—Has bebido —murmuré lo obvio.
—Sí —contestó ausente y con el rostro exánime. A veces me desesperaba que no demostrara nada, me dejaba en una cuerda floja sin saber si dar un paso más para seguir o simplemente dejarme caer—. Me daré una ducha —añadió caminando hacia al baño sin esperar una respuesta de mi parte.
Suspiré resignada y me dediqué a pedir el desayuno; el sueño se me había ido por completo, además, tenía que curarle las heridas a Blake, aunque él no lo quisiera. Me coloqué una bata encima del camisón que usaba y paciente esperé a que saliera, recibí el desayuno justo cuando Blake aparecía ya vestido... O bueno, al menos usando un bóxer que se adhería a la perfección a su bien marcado cuerpo.
—Te pedí algo de comida picante y un poco de fruta, café, jugo... No lo sé, puedes comer lo que sea, mientras comas —musité sin que me temblara la voz—. Cuando termines curaré tu herida y me importa un carajo si te parece o no —añadí dirigiéndome al baño por el botiquín, dejándolo en la pequeña sala sin esperar su respuesta.
Seguía enfadada por su actitud y por haberse ido dejándome angustiada. Tomé lo que necesitaba y volví a la sala; Blake desayunaba, sentado sobre la silla con la vista fija en su plato. Dejé las cosas a un lado de la mesa y esperé paciente por segunda ocasión a que él terminara. Admiraba cada movimiento que realizaba, la manera en que con toda la asiduidad posible tomaba la comida y la llevaba a su boca hasta que al final el plato quedó limpio, aunque no literalmente. Tomé un poco de algodón y lo sumergí en el alcohol, inclinándome sobre Blake, revisando su herida que seguía sangrando un poco. Él me miraba mientras le limpiaba la sangre y colocaba la cinta en la herida para que cerrara con más rapidez, pero yo no podía verlo a la cara.
—No deberías estar haciendo esto —dijo serio, aunque ahora parecía un poco divertido y cohibido.
—Cállate —espeté—. Sigo enojada contigo.
—Lo sé —susurró acariciándome la mejilla, bajando hasta mi cuello y terminando en el comienzo de mis pechos—. ¿Puedo hacer algo para remediarlo?
—Podría pedirte que me contaras el porqué de tu reacción —dije y su cuerpo se puso rígido—, pero eso sería obligarte a hablarme sobre algo que aún no quieres que sepa, probablemente tienes motivos para querer mantenerme en la ignorancia.
—Aunque no lo quiera, mi pasado me sigue afectando, vivo con él día a día y me es complicado hablar de ello. Pero te prometo que lo haré, poco a poco me iré desnudando el alma para ti, Bailey, porque te amo.
Lo miré a los ojos, guardé silencio y sondeé en su mirada en busca de algún indicio que me hiciera saber que mentía, que esas últimas palabras que acababa de decir no eran más que una artimaña para hacerme olvidar lo sucedido. Sin embargo, lo único que relucía en sus vivaces ojos verdes, era la sinceridad; lo decía de corazón, y mientras me perdía en esos orbes brillantes y acuosos que parecían estar a punto de derramar lágrimas, me aterré y me pregunté cómo alguien como Blake podría decir amarme en tan poco tiempo.
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Por tu amor ©
General FictionLIBRO II Tu pasado en ocasiones te puede salvar. Bailey es un claro ejemplo de ello, porque cuando aquel hombre irrumpe en su vida dispuesto a destruirla, los recuerdos emergen y el cariño que se mantuvo dormido despierta. Bastó verla para saber...