Blake
Interés. Todos los que estábamos reunidos aquí solo nos movía el interés: dinero, poder o sexo.
Podría decir sin temor a equivocarme, que Bailey era la única que desentonaba con nosotros. Su figura apenas era un bulto visible para las personas, con su metro cincuenta y cinco, y su belleza oculta bajo las prendas lúgubres que llevaba encima y la hacían parecer una mujer de cuarenta y no una chiquilla de veinticuatro.
Su peinado recatado mantenía sus facciones delicadas expuestas y ocultos debajo de esas gafas, se hallaban sus orbes azules, carentes de emoción, apagados e impávidos; aclamaban caos, peligro, una aventura nociva y toxica que yo podía darle, porque todo lo que yo tenía para ofrecer era perjudicial.
Ni las mil terapias a las que asistí pudieron corregir lo que estaba mal dentro de mí. Cuando te corrompen como lo hicieron conmigo, no había manera de reparar y quedaba resignarse a vivir tal cual te han dejado: jodido. Y aprendí, no puedo decir que las terapias no ayudaron a controlarme porque mentiría, por supuesto que provocaron un cambio, logré canalizar mi ira en el trabajo, mi soledad en los números, mis deseos de hacer arder el mundo en mi resguardo dentro de una habitación a la que nadie más podía acceder.
—Hace mucho dejé de verte por aquí —murmuró una voz que desconocí—, qué bien te sentó el encierro.
Volví la vista hacia la dueña de esa voz, una mujer que no rebasaba los treinta, cabello rubio platinado, olor a Chanel, manicura perfecta, figura envidiable y un deseo carnal mientras me miraba. Efectué una mueca de desagrado.
—¿No me recuerdas?
—¿Tendría que hacerlo? —Increpé. Frunció los labios, ofendida.
—Me follaste en tu Jaguar.
—No fuiste la única, podrías ser más específica, no suelo recordar a quien me follo en la parte trasera de mi auto.
—El Dios intocable, eso te crees, ¿no? Siempre más que los demás.
—¿Es mi problema que tú te sientas poca cosa? —Inquirí inescrutable. Apretó el ceño, dio media vuelta y se alejó de mí, seguramente maldiciéndome en el proceso.
Ignoré ese momento. Eso me pasaba por haberme acostado casi con medio Nueva York. Joder.
Regresé mi atención a Bailey, Aarón la mantenía a su lado como un simple objeto, no le permitía hablar, la presumía cuando se requería y luego la ignoraba como si no existiera. Qué maldito desperdicio. Esta noche se volvía un asco y si continuaba en esta estúpida fiesta, era solo por la rubia que evitaba mirarme; luego de perder el control y casi follarla sobre su escritorio, no volvió a sostenerme la mirada y me jodía haber desaparecido para ella, ser uno más a su alrededor.
No. Yo no sería uno más, yo sería quien la llevaría al éxtasis de la adrenalina, encendería sus emociones apagadas, le daría lo que necesitaba.
Despacio me acerqué al grupo de Aarón, a Richard no se le veía por ningún lado, esa rata no daba la cara, no aquí y por una parte me alegraba que fuera así, ignoraba si podría contenerme para no molerlo a golpes.
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Por tu amor ©
Narrativa generaleLIBRO II Tu pasado en ocasiones te puede salvar. Bailey es un claro ejemplo de ello, porque cuando aquel hombre irrumpe en su vida dispuesto a destruirla, los recuerdos emergen y el cariño que se mantuvo dormido despierta. Bastó verla para saber...