Bailey
Al día siguiente desperté sin ánimo y en Nueva York, mas me negué rotundamente a dejarme vencer por Blake y sus mentiras; así que me arreglé como de costumbre, colocándome la blusa más fea y anticuada que encontré en mi armario, era de color marrón, me quedaba grande y el cuello era alto. La acompañé con una falda negra hasta un poco más abajo de la rodilla y unos zapatos negros que en realidad parecían de anciana. Cuando Aarón me vio vestida así, no hubo sorpresa en su rostro, ya estaba acostumbrado a mis atuendos, además que no me prestaba la menor importancia y eso era algo que me mantenía tranquila, tanto como me preocupaba, ya que él siempre, siempre se la vivía jodiéndome la vida.
—¿Qué tal el viaje? —preguntó; iba sentado a mi costado, sus dedos se movían con prisa sobre su móvil, lucía preocupado, pero la verdad poco o nada me interesaba si algo malo le sucedía.
—Todo perfecto. ¿Está todo bien con la empresa? —Indagué, volví el rostro hacia la ventanilla.
Quizá eso era lo que lo mantenía preocupado y en realidad, todo sobre la empresa me interesaba; era el patrimonio de mi madre, uno que desgraciadamente recayó en las manos de mi padre.
—Umm... —murmuró.
¿Umm? ¿Qué clase de respuesta era esa?
Iba a replicar cuando Carl estacionó el auto fuera de la empresa; abrió mi puerta y solo por mantener las apariencias, esperé a Aarón. Guardó su móvil en la chaqueta y me tomó de la mano con la misma repulsión que yo tomaba la suya. Juntos entramos a la empresa y no fui consciente de mucho a mi alrededor; solo pensaba en que vería a Blake, en que estaría rondando por aquí siempre, y contemplé la idea de hablar con mi padre sobre lo que sucedió entre nosotros, no obstante, eso descubriría mi infidelidad además de darle a mi padre más motivos para tacharme de estúpida e ingenua, sin contar con esa pequeña voz distante en mi cabeza que me susurraba esperar a escuchar lo que Blake tenía que decirme.
Ya dentro de mi oficina me sentí segura y tranquila, aunque mi mirada iba de tanto en tanto a la puerta que conectaba mi oficina con la de Blake, también a las manecillas del reloj que me indicaban que justo en este momento él debía de estar entrando en ella.
El lápiz en mi mano se rompió debido a la fuerza que ejercí sobre la frágil madera que fácilmente cedió ante mis dedos, al momento en que la puerta se abría y Blake Evans entraba a mi oficina luciendo tan arrebatadoramente sexy, con una determinación en su mirada que me hizo estremecer de pies a cabeza.
Colocó el pestillo en ambas puertas y yo debería de estar huyendo de él, gritando quizá, en un caso extremo. Pero una fuerza me mantuvo sentada en mi silla, como si tuviera un imán que me obligaba a permanecer ahí, sin la menor oportunidad de huir de Blake.
—Ahora, vas a escucharme —su voz no daba derecho a replicas.
Me mantuve callada, mirándolo fijo, diciéndole sin palabras que hablara, que lo hiciera de una vez antes de que lo mandara al carajo definitivamente sin escucharlo.
—Quería —comenzó a hablar e hizo una pausa, apoyó sus manos, las mismas que se asieron contra el borde de mi escritorio y mantuvo su cabeza gacha—, Richard Harrington estuvo involucrado en el accidente donde murieron mis padres cuando yo tenía ocho años.
Mis ojos se cerraron por una brevedad de segundo y supe entonces que lo que había estado dando vueltas en mi cabeza podría ser verdad. Mi padre podría estar involucrado en la muerte de los padres de Blake o peor aún, ser el responsable de su muerte, convirtiéndose en un asesino, un asesino que probablemente estaba dispuesto a todo, que, si no fue capaz de tentarse el corazón para atentar contra la vida de una familia, mucho menos lo haría conmigo.
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Por tu amor ©
Ficción GeneralLIBRO II Tu pasado en ocasiones te puede salvar. Bailey es un claro ejemplo de ello, porque cuando aquel hombre irrumpe en su vida dispuesto a destruirla, los recuerdos emergen y el cariño que se mantuvo dormido despierta. Bastó verla para saber...