Mi cuerpo se sentía entumecido, leves cosquilleos lo recorrían enérgicamente y causaban aún espasmos de tanto en tanto.
Blake se mantenía recostado sobre mi pecho, mis dedos jugueteaban con las hebras de su cabello una y otra vez mientras él suspiraba de forma sutil como si aquel gesto lo tranquilizara.
Ninguno de los dos mostró el menor ápice de querer realizar algún movimiento para levantarnos de la cama o movernos de lugar; se sentía bien el estar de esta manera tan despreocupada y tranquila, como si no existieran los problemas entre nosotros.
Tomé aire profundamente y por un instante mientras sostenía aquella masa de músculos sobre mi cuerpo, creí que el momento no era real, que se trataba sólo de una entelequia, una ilusión que en cualquier momento se quebrantaría súbitamente y me devolvería a la realidad dentro de las paredes de mi habitación acompañada de la soledad y las sábanas frías alrededor de mi cuerpo.
Así que, saboreé cada segundo que se me otorgaba, extendiéndolo y anclándolo con fuerza a mi memoria donde viviría eternamente.
—¿Tienes hambre? —Habló al fin; se levantó lo necesario para verme a la cara.
—Sí —susurré; él fue el único que comió algo. Acaricié su mejilla donde una barba comenzaba a hacer su aparición, la cual le daba un aspecto más maduro y terriblemente atrayente.
—Pediré algo, vístete —sugirió para después besar mis labios de manera fugaz.
Salió de entre mis piernas despacio; emití un gemido estentóreo seguido por una mueca de dolor, el mismo que se produjo como incesantes punzadas en mi centro.
—Lo siento —murmuró con una pequeña sonrisa bailando en sus carnosos labios.
—No lo hagas —repliqué; me acomodé sobre la cama con las piernas temblorosas, él se incorporó sin importarle en lo absoluto su desnudez.
Con algo de pudor aparté la mirada sin que mi curiosidad pudiera ganarle a mi vergüenza para admirar aquella parte de su cuerpo que no conocía.
—Ya puedes mirar —cuchicheó con diversión.
Volví la vista a la vez que me sentaba sobre la cama. Cubrí mi desnudez con la sábana; Blake se hallaba de pie frente a mí, se colocó unos pants y una camisa de tirantes ajustada al cuerpo.
—Estás hermosa —apremió sincero; subió a la cama, me dio un casto beso en los labios y de nuevo se puso de pie.
Guardé silencio un tanto cohibida por sus palabras; jamás me acostumbraría a ese tipo de comentarios, pero ciertamente amaba oírlos.
Cuando hube estado sola me incorporé de la cama con las piernas aún temblorosas y ese dolor convirtiéndose en ardor. Me dirigí al baño con aquellos pensamientos rondando mi cabeza, los cuales fueron interrumpidos por el incesante sonido estridente de mi móvil.
Lancé un suspiro lleno de fastidio porque solo una persona podría llamarme.
Resignada cogí el móvil y atendí de mala gana.
—Hola.
—Hola, Bailey, ¿qué tal tu viaje? —su respuesta no se hizo esperar.
—Todo está perfecto, Aarón —musité dirigiéndome al baño.
—Me alegro de que sea así.
—¿Necesitas algo más? —pregunté ansiosa. Deseaba colgarle de una vez por todas.
—¿Qué? ¿Estás ocupada con alguien y por eso quieres colgarme? —Me tensé, pero guardé la compostura.
—No sé de qué hablas. Estoy sola en mi habitación, si tuvieras problemas con que yo viajara, lo hubieras dicho —repuse molesta. Lo escuché soltar una risa seca.
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Por tu amor ©
General FictionLIBRO II Tu pasado en ocasiones te puede salvar. Bailey es un claro ejemplo de ello, porque cuando aquel hombre irrumpe en su vida dispuesto a destruirla, los recuerdos emergen y el cariño que se mantuvo dormido despierta. Bastó verla para saber...