Instinto

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Un peliceleste miraba absorto el reloj desinteresado de todo en su alrededor.
Sus orbes casi vacios esperaban con ansias la llegada del final de clases y sus oídos estaban atentos a la llegada del timbre para irse de aquel lugar.
Hasta que al fin el tan ansiado final de clases llegó y el peliceleste salió disparado del salón de clases aun apesar de escuchar como varios de sus amigos quedaron con una despedida para el a la mitad al ver que el peliceleste se fue deprisa, perturbando bastante al de ojos cobre el cual estaba algo molesto con aquel chico porque últimamente ya no se iban juntos y se había estado alejando de el y de los demás e incluso alejándose de su objetivo de matar a su profesor alienigena.

El tenía un muy mal presentimiento de aquello y lo siguió sigilosamente hasta la estación de metro esperando ver la respuesta a sus dudas.

No vio nada raro sin embargo aún había un presentimiento dentro de él muy malo que lo molestaba tanto como tener una piedra del calcetin y no poder sacartela, hasta que en un momento todo parecio detenerse.
El metro estaba a segundos de llegar se escuchaba lo cerca que este estaba y el ojiceleste estaba muy cerca de la orilla mucho mas que lo permitido, a pocos instantes de que el metro llegara el peliceleste dio un paso más al vacio dejando ver sus verdaderas intenciones a la vista de todos y como por instinto el ojicobre siquiera sin pensar mucho en su alrededor salio corriendo con toda la fuerza que tenia apesar de la poca distancia que los separaba y sin importarle mucho las personas de su alrededor el se apresuró para llegar hasta donde el y agarro al chico entre sus brazos impidiendole dar ese otro paso más.

Los orbes azulinos del chico por primera vez en mucho tiempo volvieron a conectar con los orbes del pelirojo los cuales usualmente no eran muy expresivos pero ahora sus ojos brillaban gracias a las lágrimas acumuladas y la horrible expresión de miedo que este tenía era algo que no se veía mucho en su rostro, sin embargo el de orbes azulinos estaba desconcertado con las acciones del ojicobre.
El pelirojo sin aviso atrajo al más bajo en un impulso de intento de protección,
La respiración pesada y agitada del pelirojo chocaban con un peliceleste impactado por todo lo que acababa de suceder.

Ninguno decía nada y se mantuvieron esa posición durante lo que parecían años y solo fueron tres minutos ignorando así todas las miradas de los de su alrededor.
Todo parecía estar en pausa alrededor de ellos en ese momento solo escuchaban la respiración y los latidos del otro, derrepente la gente se empezó a acumular alrededor de ellos preguntando sobre el ojiazulino alertando al recién nombrado.

- Ka-Karma , yo - el de menor estatura intento hablar y fue parado por el repentino movimiento brusco de su contraparte para levantarse y levantarlo a el entre sus brazos estilo princesa sin decir ni una palabra alejándose de la estación, dejando así a la gente anonadada a la gente a su alrededor.

Después de unos momentos en silencio el menor volvió a hablar

- Ka-Karma donde estamos llendo? Suéltame porfavor

- No, ni loco lo hare y menos de lo que te vi intentando hacer

- Y-Yo no estaba

- No me digas que no nagisa lo vi con mis propios ojos

El silencio volvió a reinar y el pelirojo paro

- ¿Porque tu? - dijo el de mayor estatura con voz un tanto rota

- Eso no te concierne

- Claro, no es como si no llevara tres años conocíendote y que acabo de ver como te intentaste de matar

- Eso no es de tu incumbencia karma ya sueltame y déjame ir

- Para que lo vuelvas a intentar?

No pudo decir nada el peliceleste

- ¿Como puedes ser tan idiota de no darte cuenta que acabas de intentar atentar contra ti y lo dices como si no fuera nada?

Otro silencio más por parte del más bajo

- Nagisa no voy a dejar que lo hagas ni por todas las cajas de jugo de frutilla o dinero

Aquello fue muy propio de él en cualquier caso sonaría como una broma estúpida pero esta vez se escuchaba más serio de lo que lo pudo escuchar nunca.

- Podemos ir a otro lado karma?

- Esta bien pero no te soltare - Dijo seriamente el pelirrojo y después de aquellas palabras ninguno dijo nada más en el camino de regreso a la estación sin antes el pelirojo soltar al menor.

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