Muchos días anduve de la misma forma, divagando, explorando, contemplando solitario. Ser humano era un experiencia difícil, pues si no me controlaba, las emociones me controlarían a mi. Debía de hacer cosas distintas, preocuparme por el estado de mi cuerpo, respirar, mirar, hacer uso de lo que tenía a mano. Algunos días eran difíciles, tuve que aprender muchas cosas, por suerte siempre tuve ayuda, nunca me sentí completamente solo, pero sí hacía falta la compañía, tener maneras de comunicarse.
Transcurrió todo tan igual, qué vida tan monótona la que tuve hasta entonces.
Hasta que me encontró.
***
Era Marzo, a pesar de no tener calendario, ya conocía las estaciones, y ya me había acostumbrado a la soledad, incluso había aprendido a llevarme bien con ella. Tenía mi propia rutina, todos los días recorría el bosque, todos los días un poco más lejos. Dejaba mis marcas para guiarme, pero siempre volvía a la colina, cada noche, para imaginarme historias sobre las Estrellas y no olvidarlas, porque a medida que pasa el tiempo las desconocía más.
Con el transcurrir de los días, me olvidaba poco a poco de lo que solía ser, de mis hermanos, del Sol y la arena, vivía cada vez más como el humano que era sin incluso darme cuenta de ello. Cuando cambias, todo cambia contigo, la perspectiva frente al mundo, tus expectativas, tus sentidos, los recuerdos... Ahora todo esto parecía nunca haberme pertenecido, parecía increíble que en algún momento yo me hubiese hecho llamar el Viento, hubiese actuado como tal y hubiese estado fuera del tiempo sin tomarlo como preocupación. Lo único que me quedaba era la esperanza de creer que volvería a aquel lugar, a todos, a ninguno.
El miedo se había quedado hacía muchos meses atrás en el lago que me recibió. Era una tarde tranquila, hermosa incluso. Caminaba desprevenido, lo había hecho ya por varias horas, y estaba pensando en volver cuando de repente alguien saltó sobre mi, puso sus rodillas en mi pecho y me apuntó al rostro la flecha más afilada y lista para matar que he visto nunca. El panorama me cambió por completo en ese instante y no tenía ni la menor idea de qué hacer. Lo que primero hice (casi por reflejo) fue mover mis manos, las levanté poniéndolas frente a ella en signo de espera. Intenté hablar pero haló de la cuerda del arco haciendo que se tensionara más, y supe que no fue la mejor idea de todas.
-¿Quién eres?, ¿qué haces aquí?
Me di cuenta de que explicar mi historia no iba a ser fácil, debí al menos haber pensado en un nombre, pero todo era muy poco convincente. No pude ni pensar, estaba conmocionado.
-Ehh...- decía con voz temblorosa- me-me llamo Viento.
-Y, dime Viento, ¿quién te dejó entrar?, ¿fue Aran?, claro que lo fue... Ése traidor.
-¿Qué? No, nadie me dejó entrar, entré solo, es decir, un día desperté aquí.
-¿Te parece esto un juego? En cualquier momento puedo soltar esta flecha y te atravesará directamente el cerebro. Y ya. Ése será tu fin. Más te vale que digas la verdad.
-¡Espera! ¡Esa es la verdad! ¿Por qué habría de mentir?
-¿A quién intentas proteger? Si es por Aran, realmente quieres morir de la forma más estúpida, ¿en serio crees que él te defendería?
-No-no sé quién es Aran. Es cierto, mi nombre es Viento, pero no tengo memoria de cómo llegué-. Tuve que inventar algo para evitar que me matara al instante.No me creyó, lo supe por su mirada, pero me otorgó el beneficio de la duda, que en ese momento valió más que mi muerte.
Se quitó de encima mío, creo que notó que no podía representar ningún tipo de peligro, no podría defenderme a mi mismo incluso si quisiera. Me levanté del suelo, ella me observaba sin dejar de apuntarme la flecha, no bajaba la guardia (nunca lo hizo...), estuvo muy atenta de que no fuese a hacer algún movimiento que la pusiese en inminente peligro, y entonces comenzamos a caminar.