IV

24 0 0
                                    

Su respiración se sentía próxima a mi cuello, por poco y su cercanía me arropa. Era muy temprano, el cielo aún estaba oscuro y el frío entraba por cada hilito de mi ropa, abrí los ojos uno a uno con dificultad hasta que se acostumbraron al poco brillo que la madrugada ofrecía.

Intentaba quedarme dormido de nuevo cuando escuché gemidos que parecían de algún animal herido. Con cautela rodé mi cuerpo hasta estar lo suficientemente apartado de ella como para levantarme y no tocarla. Caminé guiado por el sonido del animal sin darme cuenta de estar entrando en una zona del bosque desconocida para mi, a medida que me acercaba, el llamado de dolor se intensificaba y sigilosamente se apoderó de mi la angustia. Corrí hasta encontrar al creador del adolorido aullido tendido en el suelo entre sollozos. Pude entonces ver la causa de tanto alboroto.

Su patita sangraba, era una herida pequeña pero no lograba levantarse. Me arrodillé a su lado, y cuando lo toqué, sus ojos amarillentos se posaron sobre mi como pidiéndome que no le fuera a lastimar más, pero al mover su naricita en mi dirección, cambió su expresión de miedo por una de alivio y tranquilidad. Me alegré al darme cuenta de que con su olfato me había reconocido, sabía que era yo, su inmortal amigo. Intenté hacer que se parara pero fue en vano, así que tomé una bocanada de aire y lo levanté (no sé con qué fuerza) para llevarlo a un lugar en el que pudiera echarle un mejor vistazo.

Para entonces ya había aclarado un poco más y podía verle mejor, parecía como si algo se le hubiese clavado en una de sus huellitas y se lo hubiera sacado con el hocico torpemente causando que la hendidura empeorara. Debido a mi amplio conocimiento en anatomía lobezna y veterinaria, lo único que fui capaz de articular fue una pila de hojas pequeñas y bien verdes, que posteriormente, junto con una pequeña petición al Agua (estaba del otro lado del lago, no me pregunten en qué momento caminé tanto), mojé y puse sobre su pata esperando que mejorara. Se trató solamente de una cuestión de horas para que el sangrado se detuviera, el pobre lobato estaba exhausto, durmió toda la tarde. Yo estaba bien acostumbrado a no hacer mucho así que por mi no hubo problema en esperar, pasaron los minutos tan discretamente que cuando me di cuenta, estaba dormido. Me acosté mirando las nubes pasar una a una muy silenciosas, como siendo cómplices del tiempo, yo tocaba las suaves orejas de mi compañero cuando él quiso levantarse. Encontró mis ojos, y muy fijamente se quedó en ellos como queriendo hablar. "¿Qué pasa?", le dije sonriente, y una voz gruesísima salió sorpresivamente de su hocico

—Te he extrañado mucho —dijo bajando su cabeza tristemente.

Sus caninas palabras encontraron su camino hasta el fondo de mi corazón en medio del asombro "¿puede hablar?" Pensé.

—Yo también lo he hecho...

—Tengo un mensaje para ti —dijo mientras se sentaba a mi lado mirando en dirección al horizonte, yo me senté también—. El Sol lo ha descubierto todo, ya sabe por qué estás aquí, pero no puede decírtelo él mismo, por eso me ha enviado a mi.

—¿Te ha enviado?, ¿el Sol?

—Sí, es la única manera en la que padre no se enterara.

—¿Quieres decir que todo fue planeado? Pero... tu patita...

—Fue un pequeño desliz que terminó funcionando, debía llamar tu atención. No dolía tanto como lo simulaba.

No respondí.

—Mira Viento, el Sol me lo ha explicado todo con detalles, ¿quieres saberlo?

—Sí, sí, claro que quiero saber, pero ¿por qué esperaste tanto para decirme esto?, ¿no podías hacerlo recién nos encontramos? Ha pasado la mitad del día...

Hizo una pausa.

—En realidad te extraño, y no soy el único que ha notado tu ausencia, nada es lo mismo sin ti. Aquel sonriente Viento que llevaba mis mensajes a la Luna se había esfumado, y yo sólo quería un tiempo con él... nadie nunca ha tenido un rato a solas con el Viento. Sabía que ibas a ser el mismo, que me ibas a tocar las orejas como lo hacías en las noches frías. Quería encontrarme contigo y decirte que eres único, quería que supieras que con cuerpo de humano o sin él, estas cuatro patas siempre te seguirán.

El vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora