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La cabaña la conformaban una cama, una mesita de noche, tres ventanas en tres paredes, un mueble con cajones que se apoyaba contra la pared frente a la puerta, sobre él una botella verde con flores marchitas, una pintura colgada a la izquierda del mueble y una silla vieja en el porche.

En la pintura se veía a un hombre y una mujer, ambos tenían sus ojos cerrados y una sonrisa en sus labios, el cabello les volaba a causa de la brisa y junto a sus cabellos también volaban hojas secas. Ella estaba dándole la espalda al hombre, pero a pesar de esto, estiraba su mano hacia atrás como queriendo que él la agarrara. Él tenía un bellísimo perfil, y no agarraba la mano ofrecida.

Examinaba aquella pintura con detenimiento en algunas ocasiones, había algo en ella que cada vez que la veía sentía una profunda quietud en mi alma, es más, sentía como si yo fuese el protagonista, nadaba en medio del sentimiento de ese hombre y esa mujer, y sentía un amor tan profundo... aquel amor ahogaba todas mis células y me hacía vivir, yo era quien ofrecía la mano y era yo quien la rechazaba. Eran instantes de intimidad.

El mueble diagonal a la pintura expedía un aire de recuerdos que lo ataba al lugar, encajaba bastante con todo lo demás que había allí. Estuve cierto tiempo indeciso de si revisar su contenido, hasta que una mañana desperté y me quedé observándolo, y la curiosidad se apoderó de mí y me obligó a echarle un vistazo. Me senté con las piernas cruzadas frente a él y comencé a sacar los cajones uno a uno poniéndolos sobre el suelo.

El primero estaba lleno de ropa, las prendas estaban dobladas, saqué algunas y me las puse encima, eran muy suaves y parecían ser de mi tamaño.

El siguiente cajón contenía cuatro cajas de cartón que encajaban tan bien que parece que hubiesen sido hechas a la medida. Comenzando de izquierda a derecha desde la que estaba más en lo profundo del cajón hacia la más externa, la primera, tenía cartas, con una letra muy linda, ilegible para mí, parecían hechas con mucha dedicación, todas estaban dentro de sobres rasgados; en la segunda encontré fotografías, parecían bastante viejas, con bordes doblados y desdoblados, en ellas se veían esquinas en ciudades, rostros de personas, algunos dibujos y horizontes lejanos. Parece que aquel dueño de todo esto lo hubiese fotografiado él mismo, pude sentir cómo él había querido a todos esos lugares y personas, y cómo los había extrañado. En la siguiente caja pude comprobarlo, pues allí reposaba su cámara. La saqué con mucho cuidado, y la miré por todos sus lados, presioné los botones para ver qué hacían hasta que uno de ellos la prendió, me asusté y sin querer la solté y cayó al suelo. Me agaché y la miré, la tomé de nuevo cuando me sentí más seguro, no supe cómo usarla, así que la guardé como estaba; la cuarta caja tenía un objeto cuadrado cubierto por un paño muy suave, lo tomé entre mis manos disfrutando la suavidad, casi me parece que eso era lo de real importancia en la caja, cuando deslice el paño descubriendo un pequeño espejo. Era la segunda vez en la que veía mi rostro, y la primera en la que estaba tan definido para que lo pudiera reconocer, a pesar de esto, no pude encontrar característica alguna que me diferenciara de otro ser humano que hubiese visto antes, incluso era difícil para mí saber si era hombre o mujer, aunque en realidad no me interesaba. Me miré por lo menos por un par de horas, era impresionante el parpadear, el tener tantas cosas que me convirtieran en humano y aún así no ser uno, me pregunté si todos eran quienes su figura les obligaba a ser...

El tercer cajón tenía muchos libros, a pesar de que fueran bastantes el cajón se veía más vacío que lleno.

El último tenía hojas sueltas y en desorden. Estaban regadas por toda la superficie, algunas páginas estaban vacías, otras dobladas, otras con cosas escritas por lado y lado en todos los sentidos y otras arrugadas. Este cuarto cajón era bastante particular, pues en los anteriores las cosas estaban muy bien categorizadas, mas en este, además de encontrar hojas, encontré un cofre pequeño en el que adentro había una última fotografía: era la imagen de la montaña que se alzaba mucho más allá del lago. Me sorprendió encontrar esta separada del resto. La tomé en mis manos y me asomé por la puerta, puse la fotografía frente a mí y me di cuenta de que desde ese mismo lugar había sido tomada.

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⏰ Última actualización: Jan 10, 2016 ⏰

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