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A/N: Pido perdón.
Era tarde y Aegon había dejado de estar dentro de sus prioridades. Bien podría yacer en un callejón oscuro, destripado y cubierto de sus propios desperdicios. En ese momento no podía darle más igual. En ese momento su mente solo estaba concentrada en el placer inimaginable que se había estado negando durante tanto tiempo, mientras su cadera chocaba una y otra vez con la de su amante por esa noche.
Dos monedas de plata. Solo eso había costado. Un precio que pagaría hasta vaciar las arcas de la corona si eso le aseguraba pasar todas las noches con él.
Al entrar al burdel no lo había notado. En realidad, no había notado a nadie, pendiente de su hermano y sus perversiones, asegurándose de que no lo mataran o se esfumara de su campo de visión. Su madre se lo había pedido confiando totalmente en su raciocinio. Él no se dejaría encandilar por vulgaridades, no. Él era bueno. Era inteligente. Tenía templanza y fuerza de voluntad para resistirse a la tentación. Todo lo que a Aegon le hacía falta él lo tenía...
Su madre le había prometido que cuando coronaran a Aegon él podría ser su Mano. Podría darle los mejores consejos, ayudarlo a tener un reinado pacífico, mucho mejor que el de su padre, mejor aún que el de su abuelo. Tendría el poder. Lo único que tenía que hacer era hacer que Aegon sobreviviera la noche. Nada más.
Aemond no era adepto de los burdeles. Le parecían sitios muy por debajo de su estatus y de su capacidad. Cualquiera que necesitara pagar por sexo tenía que ser patético...
Irónico.
Sintió contra su pecho la textura helada de las cadenas doradas que tintineaban con cada embestida. Eran lo único que vestía su cuerpo y le había pedido que no se las quitara. le gustaba el sonido. Le gustaba cómo combinaba con los gemidos que le arrancaba, embriagados de placer, tan sinceros... Quiso creer que era el único que podía verlo así. Que solo él podía acceder a la miel de su amor. Su dinero no había influenciado en nada. No podía ser que esa manera de decir su nombre, de abrazarlo y besarlo fuera una mentira.
- Mi príncipe... - suspiró y Aemond sintió su cuerpo estremecerse al ver los ojos verdes de su amante llenos de deseo, de satisfacción. No podía ser mentira. Había roto un juramento, había traicionado a su madre por él. Buscó sus labios mientras alcanzaba el éxtasis. Sus voces se corearon una a la otra. Aemond gruñó contra la piel suave al correrse, al llenarlo con su carga. Era al único al que le permitía hacerlo. Al menos eso le había dicho.
Como siempre, el príncipe se dejó caer en el colchón, haciendo que el cuerpo menudo del castaño descansara sobre el suyo, aún unidos. Éste lo miró con los ojos brillantes y una sonrisa que hacía lucir aún más el sonrojo en sus mejillas, incluso por debajo del rubor que le hacían ponerse. Él no necesitaba maquillaje para nada. Era bello por si solo.
Al verlo simplemente las dudas desaparecieron de su cabeza. No tenía por qué conformarse con ser un simple segundo hijo sin derecho a nada. No quería vivir a la sombra de su hermano en donde nadie lo vería ni lo reconocería. No. Al yacer en la cama con esa criatura perfecta se había dado cuenta de que había mucho más que podía anhelar... Aún si eso implicaba ir en contra de los deseos de su madre.
Alicent estaría furiosa. Fúrica.
Su hijo perfecto, enamorado de un prostituto. Pero él no lo había elegido así. No lo había buscado. Él había aparecido envuelto con telas transparentes y le ofreció vino tibio mientras su hermano era agasajado por todos y él estaba en el fondo. Ignorado. Temido, quizá, pues su reputación era precedente. No pensó que alguien fuera a notar su presencia y verlo como algo más que una extensión del príncipe y heredero Aegon.
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Lᴜᴄᴇᴍᴏɴᴅ Wᴇᴇᴋ ₂₀₂₃
Fiksi PenggemarColección de one-shots/drabbles siguiendo la temática de la Lucemond Week del 1 al 7 de Enero de 2023. Cada capítulo contiene sus tags en la parte superior.