Canto VIII Tú y yo

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Ella no era perfecta,

no era una princesa de algún cuento,

no era la dama de algún hermoso sueño,

ella era una pesadilla, 

una mujer que no temía a quedarse sola,

decía lo que pensaba, y hacía lo que prometía,

no confiaba en nadie,

se portaba como una idiota,

hasta el punto de que me hacía perder la paciencia,

a mí,

siendo un hombre que puedo soportar lo que sea,

me hacía enojar con su tonta forma de ser,

me abandonaba, vivía su vida y después me buscaba

de alguna forma ella necesitaba de mí,

ella no era perfecta, 

ninguna mujer real puede ser perfecta,

y eso era maravilloso

porque era real y podía amarla,

era tan palpable que no podía confundirla con un sueño,

ella no era una princesa, nunca quiso serlo porque conocía su divinidad,

era una diosa que merece ser venerada,

quien podía odiarla por ser honesta,

tantos llantos en vano habían regalado a tipos miserables,

como no comprender en ser tan precavida,

su razón de fortaleza,

aunque sabía que conmigo podía sentirse vulnerable,

al fin y al cabo, nunca imaginaria, tan atroz pensamiento,

de que ella es dependiente de mi amor.

Mi corazón estaba abierto a su merced y ella respetaba ese pacto de pasión,

yo no le impedía en quedarse y ella no me impedía amarla.

Aunque todos nos imponen nuestro destino al fracaso, 

tengo la certeza de lo contrario, y si me equivoco...

Te juro que siempre mi corazón estará a su merced,

por su dosis de sentirse amada.

Utopía de LunaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora