5. Vida doméstica

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México estaba agotado, casi muerto, sin dormir por el trabajo, lleno de estrés y tal vez algún trauma por tantas letras y números.

No quería moverse.

—¿Mex?

—Maplecito... ¿qué haces despierto tan tarde?

—Ya es de día —sonrió.

—¡Ay no! El desayuno. Dame veinte minutos y...

—Hoy fui yo quien preparó el desayuno. Tal vez no sea tan rico como lo que tú preparas, pero...

—Mi vida —lo abrazó y soltó un largo suspiro—. Gracias.

—Bajemos. Debes tomarte un descanso. Te lo mereces.

A México le gustaba el cariño que le brindaban, los detalles, las caricias, pero sobre todo amaba el cálido abrigo que le brindaba el pecho de Canadá.

Un pedacito de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora