ROBERTO
Roberto Mendoza tenía poco más de 50 años y era viudo desde hacía mucho tiempo. Algunos pensaron que todavía estaba de luto por Margarita, quien murió en el mismo accidente aéreo que los padres de sus hijos. Daniel, Marcela y María Beatriz se convirtieron en sus hijos con el paso de los años. Tan importante como Armando y Camila. Amaba a su esposa, pero durante algún tiempo había alguien más en su mente.
Inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, tratando de recordar el rostro de la chica que había conocido durante una conferencia para estudiantes de economía. Para alguien a quien no le gustaba la moda, ella era fea. Sin embargo, después de tantos años de trabajar con modelos, sabía que no existen las mujeres feas. Solo están aquellos que no tienen la capacidad de enfatizar lo más hermoso de ellos.
Piel clara sin imperfecciones, cabello castaño chocolate oscuro. Y esos labios. Tenía muchas ganas de besarla de nuevo.
- Mierda... .
Hizo una mueca al pensar en lo que le esperaba. Su hijo menor, Armando, ganó la competencia por el cargo de presidente. Estaba orgulloso de él, pero sentía que no era apto para el papel. Estaba demasiado mareado. Pero ganó, y tendrá que acostumbrarse.
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No esperaba mucho de conocer a una chica que no tenía el coraje de agregar su foto a su currículum. Por eso se mostró tan reacio a apoyar al nuevo presidente de Ecomoda.
- Buenos Dias. - Saludó a su hijo tan pronto como entró en la sala de conferencias.
Armando señaló a una chica que apenas notó a pesar de que estaba de pie junto a él. - Buenos días papá, usted es el candidato del que hablaba Gutiérrez.
- Me encanta... - Era ella. Mismos ojos, cuello. Sintió la tensión en su cuerpo. No estaba seguro de cómo debería reaccionar, así que no le estrechó la mano a pesar de que ella le tendió la suya - ... gusto en conocerte. ¿Eres la chica que trabajaba para Manuel Bessera en el banco de Montreal?
- Sí, señor. Trabajé durante un año en el departamento exterior.
Muérdete el labio como lo haces cuando lees algo que te interesa. Roberto tragó saliva al recordar el sabor de esos labios después de que esta chica bebiera su café de su taza, sentada a horcajadas sobre su regazo.
- Sentarse y contar la historia desde el principio.
Parecía que no lo reconoció. No ha cambiado tanto. Al menos eso es lo que esperaba. - Trabajé y realicé estudios de posgrado. Fui recomendado por el rector de la universidad.
Observó cada uno de sus movimientos. Ni siquiera se había dado cuenta de que la extrañaba tanto. Un momento robado entre los estantes de la biblioteca de la universidad fue todo lo que tomó... Roberto suspiró mientras la miraba. Esperaba que al menos estuviera aparentando ser un participante activo en la entrevista.
Después de que ella se fue, miró a su hijo sonriendo a su prometida. La prometida que no quiso aceptar contratar a una chica fea como secretaria del presidente. En ese momento supo que podía dejar de dirigir la empresa, pero no dejaría de visitar Ecomoda.
El hecho de que se volvieran a encontrar no podía ser una coincidencia. Puede que ella no lo recordara, pero él sabía que él se lo recordaría. Recuérdale cómo gemía su nombre en la sección de macroeconomía.
BETTY
Se alegró de que a su entrevista con el presidente de Ecomoda no asistiera el hombre que fue uno de los fundadores de esta película. Roberto Mendoza. Roberto. Alto, de hombros anchos, guapo a pesar de tener más de cincuenta años. Ella nunca olvidará el día que lo vio por primera vez.
Fue una conferencia. Uno de esos estudiantes motivadores que con el conocimiento adecuado pueden lograr mucho
Estaba confiado. Más confianza con cada palabra que dices. No le importaba lo que llevaba puesto. O más bien, a él no parecía importarle. Su pantalón de traje, combinado con su camisa de manga enrollada, hizo que se robara la atención de la mayoría de las chicas del auditorio. Sobre todo porque sus antebrazos estaban decorados con tatuajes.
La imaginación ha hecho su trabajo. Se preguntó si los tatuajes estaban solo en sus antebrazos o si los encontraría en otras partes de su cuerpo.
Ella pensó que no había forma de comprobarlo. Si tan solo supiera lo equivocada que estaba.
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Ella no envió su foto. No solo porque era fea. Tenía miedo de que él la reconociera. Ella era demasiado distintiva. Exótico como han dicho algunos.
Suspiró antes de entrar a la sala de conferencias. Quería y no quería el trabajo al mismo tiempo. Estaba sobrecualificada para ello. Pero aun así, sus calificaciones se interpondrían en el camino si quisiera postularse para un puesto más alto que el de secretaria del presidente de Ecomoda.
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Ni siquiera intentaron fingir. Tanto Armando Mendoza como Marcela Valencia se estremecieron ante su aparición. Era tan diferente de su primera conversación con su padre.
Estaba sentada en su mesa favorita en la biblioteca de la universidad. Estaba hojeando el libro que necesitaba para su ensayo cuando él se acercó a ella. Al principio pensó que era una coincidencia.Sus dudas se disiparon cuando él se sentó frente a ella y, aprovechando su distracción, interceptó su corriente. Rápidamente recorrió con los ojos su letra ilegible, luego sonrió y le entregó las notas, señalando un lugar en el texto. - Te equivocaste. Este es un error menor, pero puede afectar significativamente el resultado final. Yo soy Roberto y tu?
- Por favor siéntate. - La joven Mendoza señaló las sillas vacías a su lado con evidente confusión. Apenas se contuvo de mostrar su molestia en su rostro.
Ni siquiera pasó un momento antes de que escuchara el sonido de la puerta abriéndose detrás de ella. Y luego su voz profunda y baja. El mismo que la hizo pensar en su último encuentro.
- Buenos Dias.
La inmovilizó contra la estantería y la miró a los ojos. Ella quería preguntarle qué estaba pasando, pero él rápidamente le puso el dedo en la boca. Luego depositó un beso primero en su hombro, luego en su cuello, luego en su mejilla y finalmente rozó sus labios contra su boca. Ella estaba sorprendida. Sin embargo, la sorpresa del beso no podía compararse con lo que sintió cuando él pasó su mano por la piel desnuda de su espalda.
- Por favor, señor...
-Roberto. Cuando llegas al clímax, él no quiere ser tu "maestro". Él quiere ser "Roberto" para ti. Le susurró al oído y ella no podía apartar los ojos de sus ojos oscuros.
Armando Mendoza volvió a hacer un gesto indicando que le gustaba guardar las apariencias. - Buenos días papá, usted es el candidato del que hablaba Gutiérrez.
Era condenadamente obvio, pensó. Betty apretó la mandíbula con nerviosismo, temerosa de decir algo que no debería.
- Me gusta mucho... - la miró a los ojos, ella lo vio, la reconoció - ... gusto en conocerte. ¿Eres la chica que trabajaba para Manuel Bessera en el banco de Montreal?
Ella trató de evitar su mirada. Él la miró de la misma manera que solía hacerlo. - Sí, señor. Trabajé durante un año en el departamento exterior.
- Tú me pruebas. - Él le sonrió cuando ella le robó otro sorbo a su café.
Se inclinó hacia él para poder apoyarse fácilmente en su frente. - Nada inusual. Después de todo, mi boca sabe a tu droga favorita.
- Más bien, mi droga favorita sabe a café.
- Sentarse y contar la historia desde el principio.
En ese momento, supo que las probabilidades de conseguir el trabajo eran cero. Todo en lo que podía pensar era en sus brazos envueltos alrededor de ella, atrayéndola hacia su pecho mientras trataba de morder la piel de su cuello. Trató de calmarse centrándose en su hijo. - Trabajé y realicé estudios de posgrado. Fui recomendado por el rector de la universidad.
Observó cada uno de sus movimientos. Parecía un depredador observando a su presa. Y ella no sabía qué hacer al respecto.
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Durmiendo con el enemigo
FanfictionMi versión de la historia contada por Fernando Gaitán en la telenovela Yo soy Betty, la Fea. Esta historia comienza con una entrevista de trabajo y el primer día de Beatriz en Ecomoda. Empiezo a responder el día que Beatriz regresa a Ecomoda de un v...