•CAPÍTULO 4•

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La semana pasa más rápido de lo que alguna vez pude imaginar. El sábado llegó con la misma rapidez con la que se fue y el atardecer del domingo ya estaba cerca.

—Es el único día que tiene libre Candela, anda vamos. —insistía Kelly.

—Mañana tengo que trabajar temprano.

—¡Y nosotras también! —se quejaron a la vez.

—Vale, me convencieron.

—Esa es mi Lyen. —musitó con alegría Candela mientras buscaba algún look para mi en mi almario.

—Te voy maquillando. —anunció Kelly.

Y así fue como terminé en un local de salsa tomando una copa con mis amigas.

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Que alguien me recuerde no volver a tomar cuando tenga trabajo al otro día.

La resaca me está matando.

No es que haya tomado mucho, es que mi aguante con el alcohol no es muy bueno por no decir nulo.

Hoy me levanté odiando a medio mundo, en especial a mis amigas por convencerme a ir de fiesta.

Juro solemnemente ante la fachada de mi trabajo no volver a tomar cuando al otro día tengo trabajo.

Espero poder cumplirlo.

Empezar el día con resaca ya hacía que mi día comenzara malo, a eso súmale que me quedé dormida y perdí el bus así que tuve que venir caminando. Además, hoy la jefa andaba un poco gruñona, gritándonos a todos.

¿Un día pésimo no creen?

Pues no saben lo que falta.

Hubo un error con los informáticos y algunos archivos de los registros de llamada se eliminaron, por desgracia incluyó dos de los míos, tuve que volver a redactarlos y esa es la peor parte de mi trabajo.

Así había pasado la mañana y mi día no parecía mejorar.

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Cuando mi reloj marcó las 4:47 casi me tiro de rodillas para agradecerle a Dios que mi jornada iba a acabar.

Necesitaba un sueño reparador con urgencia.

Al no tener que atender más llamadas comencé a hacer el papeleo del día.

—¡Alguien atienda esa llamada por Dios! —grito la jefa cuando nadie parecía contestar.

—Perdón jefa, tengo un problema en la escuela de los niños. —se disculpó Claudia, la que estaba encargada de atender esa llamada.

—Déjale asignada la llamada a otro.

—Lyen —se acercó Claudia con una sonrisa—, puedes atender esta llamada por mí, por favor. Yo te cubro después. ¡Gracias!

No dejó que respondiera, cuando abrí la boca ya se había ido corriendo.

Un momento después dejó de sonar su computadora para comenzar a sonar la mía.

Me coloqué el audífono y atendí la llamada.

Buenas tardes, soy Ly... —mis manos se detienen cuando veo la sonrisa de Alan al otro lado de la pantalla.

Hola, Lyen.

El lenguaje del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora