El lenguaje del amor.

•CAPÍTULO 8•

Capítulo dedicado a Sarha17Lopez

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Odio. Lo odio con todo mi ser.

No sabía lo incómodo que podía ser ir a trabajar cuando estoy con la menstruación y mucho más con los cólicos.

Alguien tiene que crear una ley que prohíba ir al trabajo o a la escuela cuando estás en tus días.

—¿Te encuentras mejor? —me mira mi papá con lástima.

—No, pero aun así tengo que ir a trabajar.

—No puedes quedarte en casa, te duele mucho.

—Papi, la menstruación no es considerada una enfermedad.

Me mira con el ceño fruncido y con cara de angustia.

—No te preocupes, me tomé un acetaminofén, y ya se me está pasando el dolor. —Mentira.

—Que bueno cariño. Si pasa algo, me llamas a la hora que sea que yo te voy a buscar.

Me da un beso en la frente y me deja bajar del carro. Hoy no tuvo que ir a trabajar así que me pudo traer al trabajo. Cada mes cuando me baja mi papá se pone así, es como si estuviera sufriendo por mí.

Muchas veces le miento diciéndole que no me duele, pero casi nunca se lo cree supongo que es por las muchas veces que he tenido que ir al hospital por los dolores.

—Buen día. —me saluda la recepcionista de la empresa. Le devuelvo el saludo, pero creo que se asusta al ver mi rostro. Los dolores no me dejaron dormir anoche y esta mañana no me he maquillado, así que parezco el zombi de una película pirata. Al entrar a mi lugar de trabajo veo a todo organizándose en su puesto, voy a hacer lo mismo cuando mi jefa me llama.

—Lyen, ¿Puedes venir un momento, por favor?

—¿Qué pasa?

—Siéntate, por favor. ¿Te encuentras bien? —me mira con extrañeza.

—Una mala noche. —no le digo mucha información.

Ella asiente y su rostro se pone serio.

—Necesito que hablemos con sinceridad. ¿Por qué no me dijiste que rompiste las reglas de la empresa? Todo el mundo se detiene a mi alrededor. Un frío me recorre la espina dorsal.

—¿Qué? —es la única palabra que logro musitar.

—Creía que confiabas en mí, esperé que confiaras en mí, pero me has desilusionado.

—Sahara...

—Lyen, un cliente se quejó e hicieron una revisión. Ese día que trabajaste en casa, creías que no lo descubrirían.

Mi mente pierde todo el sentido.

Fue él...

Fue Alan.

Teníamos una promesa, ninguno de los dos hablaría. Entonces ¿Por qué me hizo eso?

—Pero...

—No, Lyen. La jefatura ordenó que te suspendieran una semana, sin remuneración y una advertencia, la próxima vez vas despedida.

Mi boca se abre sin comprender al cien por ciento las palabras de mi jefa.

—Además tendrás que pagar una multa por incumplimiento de las normas y por supuesto ya no te entraran llamadas de este cliente.

—Yo... lo siento.

—No te disculpes, pero ya sabes que es la última vez que esto puede ocurrir. Una vez más y te vas despedida. Ahora recoge tus cosas y nos vemos en una semana a tu correo va a llegar la multa.

No digo más ninguna palabra, solo salgo con la cabeza gacha hasta mi lugar para recoger mis cosas. Ignoro las preguntas de mis compañeros y salgo lo más rápido posible y con el corazón roto.