•CAPÍTULO 9•

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—¿Te duele todavía? —pregunta Kelly con preocupación.

Niego con la cabeza.

Sí me duele, pero no por la menstruación. Tengo el corazón dolido.

Después que salí del trabajo fui corriendo a ver a mis amigas, les conté todo lo que pasó, como siempre, me escucharon, hablaron conmigo e insultaron a Alan.

Hablamos por muchas horas hasta que no pude aguantar más el dolor y como muchas veces acabé en el hospital.

—Nos mata verte así. —Candela me mira con tristeza.

Intento cambiar mi cara para no asustarlas.

—Cariño, ¿cómo te sientes? —entra mi madre a la habitación con cara de susto y mi padre entra tras ella.

—Ya casi se me pasa por completo.

—¿Qué dijo el médico?

—Van a cambiar mi tratamiento, vamos a intentar con ese por un par de meses para ver como regula mis ciclos.

—Tal vez este es el definitivo. —me dice con esperanza.

Pero ya mis esperanzas están muertas, he pasado por tantos médicos y tratamientos y ninguno ha logrado regular por completo mis ciclos, ni saber por completo de que tratan las alteraciones.

—Tal vez. —me limito a responderle.

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Le agradezco a Sahara que me suspendiera esta semana, fue una semana completamente caótica que no me hubiera gustado pasar trabajando.

Al fin mi ciclo se había ido por completo y con el los dolores, me he recuperado casi por completo, al menos vuelvo a ser una persona.

Toda la semana mis amigas se la han pasado buscando a Alan en las redes o intentando hackear su número, para insultarlo y yo no las he ayudado, pero tampoco las he detenido, siendo sincera, aún me duele su traición.

No encontraron como contactarlo y como tampoco puedo recibir llamadas de él, supongo que hasta aquí hemos llegado, por lo tanto, intentaré dejarlo ir.

Camino por los pasillos de la empresa, ignorando las miradas, orando las miradas murmullos de todos. Al parecer los chismes se esparcen rápido.

¿Qué pasa? ¿Nadie ha roto una regla nunca?

Ignoro las miradas de juicio y me siento en mi puesto de trabajo.

—Buenos días, soy Lyen. ¿A qué número desea llamar? —con esta llamada comienza el día más largo de mi vida.

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—Muchas gracias por preferirnos para comunicarse. —cuelgo y miro el reloj como las últimas diez veces en un minuto.

He odiado cada segundo de este día. No hay nada bonito en trabajar cuando todo el mundo te sigue preguntando por qué te suspendieron.

Solo aguanta cinco minutos más. Solo cinco y podrás irte de aquí.

El teléfono a mi lado suena, en modo automático me coloco el auricular y contesto la llamada.

—Buenas tard...

Mis manos se quedan detenidas en el aire y mi corazón se detiene.

—¿Alan?

El lenguaje del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora