Para cuando ambos se atrevieron a confesar sus sentimientos, ya era demasiado tarde.
Sus pulmones estaban llenos de flores; pétalos y raíces que obstruyen cada vez más su respiración. Sus venas se habían convertido en raíces que se extendían dolorosamente por todo el cuerpo. Las sábanas se llenaban de flores y hojas, coloridas y brillantes; un contraste cruel para la agonía en la que se encontraban.
Solo les quedaban algunos días, poco tiempo, en el que solamente podían tomarse de las manos en la cama del hospital, observándose tanto como pudieran, como si quisieran grabarse la apariencia del otro en la memoria, con la promesa de, en otra vida, buscarse mutuamente.
Sentían la vida propia y la ajena escurrirse, como el agua de un río que fluye inevitablemente.
...
Aquel día, con los primeros rayos de sol colándose por la ventana de la habitación, Aemond despertó con una extraña calidez y tranquilidad en el pecho. Era de esos momentos en los cuales se le partía el alma de tristeza, pero lograba encontrar una bocanada de aire fresco en medio de la adversidad; donde parecía haber una pequeña y leve esperanza de que las cosas podían mejorar.
Las últimas semanas han sido las peores para los jóvenes. Los síntomas de aquella enfermedad estaban en su última fase, la terminal.
Incluso las acciones más básicas resultaban extremadamente dolorosas y difíciles para ellos.
Lucerys ya no podía respirar por su cuenta, por lo que se le había colocado una cánula con oxígeno. Aemond ya no podía comer, por lo que la alimentación ahora era endovenosa.
Levantarse era un suplicio, cada movimiento detonaba una ola dolorosa que quemaba cada rincón del cuerpo, pero aún así lo hacían con tal de estar cerca el uno del otro, al menos un momento en el día.
A pesar de que aquella enfermedad solía curarse cuando las personas afectadas confesaban su amor, ellos no.
Habían callado por mucho tiempo. Habían tardado demasiado.
Para cuando se atrevieron a ser honestos sobre lo que sus corazones sentían, las flores ya habían echado raíces fuertes y profundas en sus cuerpos.
Las raíces tomaron primero los pulmones de Lucerys, luego las venas de Aemond, y poco a poco, sus vidas.
Ninguna cirugía era viable por lo arraigadas que se encontraban las flores y raíces en los tejidos de sus cuerpos.
Aemond pensaba que no era posible para dos personas tener tanta mala suerte detrás, pero la vida se había encargado de demostrarles, más de una vez, que sí lo era.
Se preguntó si algún día podrían dejar de sufrir tanto.
La última noche que pasaron juntos sin saberlo, Lucerys no podía dormir de dolor. Le trajeron un calmante, que poco efecto le hizo.
Aemond salió de su cama con mucha dificultad. A cada movimiento de su cuerpo, podía sentir las espinas que también crecían dentro de él perforándolo como agujas afiladas. No le importó. Más le dolía ver a Lucerys en su estado.
Aemond sacó de una de las mesitas de noche un libro, el favorito de Lucerys, y se metió en su cama a leerle un poco para intentar calmar su dolor. Lucerys apoyó su cabeza en el pecho del mayor, mientras este le acariciaba el cabello.
La voz de Aemond siempre lograba darle paz, aún en los momentos más oscuros.
Aemond leyó por un largo rato, hasta que la voz somnolienta de su amado salió apenas en un susurro.
-Gracias, Aemond. Te amo.
Luego de eso, se dieron un corto y suave beso de buenas noches en los labios.
A la mañana siguiente, cuando Aemond abrió los ojos, solo pudo llorar.
Lo primero que vió al despertar, fue el libro que había leído a Lucerys la noche anterior en el suelo, lo había dejado caer al quedar dormido él también. Y encima del libro, pétalos azules.
Lo supo.
El azul era su color favorito, por lo cual, cuando las primeras flores de la enfermedad de Lucerys se manifestaron de ese color, le pareció una de las bromas más crueles que la vida podía jugarle.
Lucerys se fue primero, aquella cálida mañana de primavera.
"Primavera, donde la tierra florece, pero a mí se me marchita el corazón" pensó Aemond, llorando ante la ironía y la crueldad de aquella situación. Tomó una de las flores azules que dejaba el cuerpo de Lucerys y la acarició con extrema delicadeza, como si temiera poder despertarlo. Luego acarició el frío rostro ajeno y depositó un suave beso en su mejilla.
Su agonía no duró mucho más.
Esa misma noche él también partió, camino al encuentro con su amado.
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One-Shots Lucemond Week 2023
FanfictionSerie de siete One-Shots, acorde a la temática de cada día de la Lucemond Week de este año. Temáticas: 1-Reencarnación 2-Almas Gemelas 3-Hanahaki 4-MPreg 5-AlternativeUniverse 6-PostApocalpsis 7-Amor secreto. ¡Todos los fanarts adjuntos en los...