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Un día llegué caminando hasta un callejón que estabamuy oscuro, y empecé a sentir miedo. Entonces me puse acaminar más aprisa, pero lo único que conseguí fue llegar a otrocallejón que estaba aún más oscuro que el anterior, y me entrómás miedo. Seguí corriendo hasta que salí a un lugar dondehabía un poco de luz. Era uno como terreno en el que habíamucha basura y muchos desperdicios. También había perros que buscaban cosas entre la basura.

Y también había niños. Eran como ocho o nueve. Casi todos eran de mayor edad que yo, menos dos queeran más chicos; o quién sabe.

El mayor de todos era el Mochilas. Luego me explicaronque le decían así porque hacía tiempo le habían mochado unamano. O sea que se la habían cortado una vez que se le infectómucho. Pero le quedaba la otra mano, con la cual pegaba más fuerte que todos sus compañeros. Y por eso todos los demás loobedecían.

Cuando me acerqué a ellos lo primero que me llamó laatención fue que uno de los niños se estaba pintando la cara. Este niño era el Pinacate, y sabía hacer eso de aventar tres pelotitas al aire sin que se le cayera ninguna. Esto lo hacía, según me dijo, en una esquina cercana donde hay un semáforoque tarda mucho con la luz roja, lo cual hace que los carros sedetengan un buen rato. Entonces él y otro niño hacían eso deaventar las pelotitas para que luego les dieran una propina. El otro niño se llamaba Conejo, pero no sabía aventar las pelotitas.Lo que hacía el Conejo era ponerse a gatas para que el Pinacatese trepara encima de él, pues así era más fácil que los automovilistas vieran al Pinacate cuando aventaba las pelotitas.Yo quería preguntar más cosas, pero entonces el Mochilas le dijo al Pinacate que se diera prisa en terminar depintarse la cara. El Pinacate hizo lo que le ordenaron y al rato sefue de ahí en compañía del Conejo. O sea: iban a la esquinadonde el semáforo tarda mucho con la luz roja. Los demás niños platicaban muy poco, y ni siquiera mepreguntaron que quién era yo o de dónde venía. Algunos solamente se me quedaban viendo, otros decían cosas que yono entendía. Y no sé por qué, pero me empezó a dar más miedo. Después de un rato el Mochilas empezó a fumar y luegole pasó el cigarro al niño que estaba junto. Éste nomás le diouna chupada al cigarro y se lo pasó al siguiente. Y los demás hicieron lo mismo, hasta que el cigarro me llegó a mí. Entonces yo también le di una chupada, pero me dio muchísima tos.

Algunos empezaron a reírse de mí, mientras que otros memiraban como si quisieran preguntarme algo. Pero no mepreguntaron nada, lo único que hicieron fue quitarme el cigarro. 

También tenían una bolsa de plástico, la cual tenía algodentro; algo que olía parecido a como huelen los talleres dondepintan carros. Pero yo no tuve mucho tiempo para oler, porqueen ese momento llegó corriendo el Pinacate, diciendo que el Conejo había palmada. O sea: él estaba diciendo que el Conejoestaba muerto, y entonces todos salieron corriendo.

Yo fui el último en llegar, pero también alcancé a ver al Conejo que estaba ahí en el pavimento, sin moverse y todo llenode sangre. Pero no me quise acercar mucho, porque empecé asentir algo muy raro. O sea: como si quisiera vomitar. ¿Pero quévomitaba, si no había comido nada?

El Pinacate tampoco se le acercó mucho. Tal vez porqueno quería que los demás se dieran cuenta de que estaballorando. Aunque no se le notaba mucho, porque las lágrimas parecían como si fueran parte de la pintura que tenía en la cara. 

Entonces me dieron muchas ganas de salir corriendo.Y eso fue lo que hice: corrí y corrí sin detenerme para nada. 

Nunca volví a ver a todos esos niños. O bueno: sí los hevuelto a ver, pero solamente en sueños. Y cuando esto sucede, siempre me despierto respirando fuerte y como si tuviera muchofrío.

~muy largo en mi opinion~

El diario del chavo del 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora