Aemond le insistió a Lucerys montar a Vhagar con él para regresar, su ataque de pánico lo dejó preocupado, y le dijo firmemente que no aceptaría un no por respuesta, Lucerys no pudo negarse debido a la intensa mirada que Aemond le brindaba.Por mucho que temiera a la dragona gigante, esta no era la misma que cerró sus fauces alrededor de su pequeño cuerpo y el de su compañero en los cielos sobre la tormenta, vaciló un momento, pero optó por subirse lentamente a la montura, cuando su tío se sentó detrás de él, su estómago empezó a revolotear y esto empeoró cuando Aemond envolvió su fuerte brazo alrededor de su cintura y lo acercó a su pecho.
A Lucerys se le olvidó como respirar.
Ciertamente habían estado así de cerca en la isla, pero era muy diferente, algo se sentía tan raro ahora. Aemond se deslizó más cerca y sintió como la ingle del príncipe mayor chocaba con su trasero, esto lo hizo temblar y sus mejillas se tornaron de un suave color rojo.
"Si necesitas cerrar los ojos, hazlo", susurró Aemond suavemente cerca de su oído, y procedió a ordenarle a su dragón que ascendiera, "Soves, Vhagar", dijo suavemente y eso bastó para que la dragona tomara vuelo, Lucerys sintió escalofríos recorrer su espalda al sentir un cosquilleo ante el cálido aliento contra su oreja, contuvo fuertemente un jadeo que amenazaba en salir de sus labios, mordió su lengua, pero que mala idea, lo hizo tan fuerte que sangró, sus ojos lagrimearon, y se maldijo internamente, joder, le dolió mucho.
Arrax se levantó junto a ellos, y los dos dragones se dirigieron de regreso a Pozo Dragón.
El vuelo fue silencioso, Lucerys nunca escuchó a su corazón tan intranquilo, sus latidos eran una combinación entre nerviosismo y dolor, por la anterior mordida que sufrió su pobre lengua, a cortesía de él mismo, claro está.
Las cosas empeoraron para el menor cuando sintió los latidos en su espalda, correspondiéndole. Aemond se sentía cálido, se permitió relajarse, se sentía a gusto con la presencia del menor y sonrió grandemente cuándo el joven príncipe se apoyó más contra él y entregó su peso sobre su pecho.
Durante años, Lucerys no entendió los sentimientos que crecían dentro de él, incluso en estos momentos, no lograba comprenderlos, pero estaba seguro de algo, cuanto más averiguaba sobre su astuto, hermoso y devastador tío, más deseaba estar en su presencia, nadie logró sacudirlo tanto como Aemond, hasta en su vida pasada, su tío era una fuerza de la que nunca podría escapar, los incontables sueños del accidente de esa noche, lo maldijeron eternamente y cuando se encontraron de nuevo, ese ojo violeta lo veía con desdén.
Ahora, la expresión de Aemond demostraba tanto cariño hacía él que lograba conmoverlo, descubrió que esa mirada la estuvo esperando todo el tiempo.
Apenas aterrizaron, entregaron sus dragones a los cuidadores; Aemond insistió en acompañarlo hasta las habitaciones de su familia en la fortaleza, Lucerys aceptó gustoso, se alegraba por su compañía y caminaba a su lado con una sonrisa vibrante en sus rasgos, sus pasos coincidieron con los sirvientes mientras caminaban a través del pasillo.
"Incluso si no es la forma en que quería regresar...", dijo Lucerys suavemente mientras miraba a Aemond, "...me alegro de que estemos aquí y podamos vernos, Jace también está feliz, y lo sé, ya que no dejaba de hablar de todos los recuerdos que compartimos en este lugar, sobre todo los recuerdos con Aegon", dijo con una mirada serena.
Aemond sonrió y negó con la cabeza.
"Aegon ha sido insufrible desde que descubrió que todos estarían aquí, lo hubieses visto Luke, era como un niño al que le regalaron un presente, pero tuvo que esperar a su onomástico para abrirlo", dijo tranquilamente.
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Rueda del tiempo y de la luz
DiversosLucerys Velaryon ha muerto y con ello comienza la Danza de los Dragones... ¿Pero fue realmente el final para él? Desde la muerte, un ser le concedió a Lucerys una segunda oportunidad en la vida; para evitar la guerra y evitar que su familia se desmo...