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Ver a todos huir, no entender lo que sucede, congelarse. El edificio que empieza a temblar, la piel que se eriza, las piernas incapaces de moverse, y de pronto, por la ventana, un demonio, peligrosamente cerca. Ojos cerrados, porque sé que nadie vendrá a ayudarme, y de repente, él. Las manos cálidas que toman mis hombros desde atrás, y me llevan hacia la puerta. 

—Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo —repito en una especie de frenesí, sintiéndome débil, casi al borde del desmayo. Abro los ojos solo para aferrarme a su brazo. Parece a punto de maldecirme, pero entonces cruza su mirada con la mía. Suavemente, quita mi mano y la sostiene por un momento, solo lo suficiente para decirme algo. 

—Yo me ocupo. Vete. —Se aparta con brusquedad. Lo veo saltar por la ventana. Un estruendo después, mis piernas responden y logro huir.

Puedo repetir la escena una y otra vez. El terror que sentí no se ha ido. Aunque un montón de agua tibia caiga sobre mí y su sonido relajante inunde mis oídos, mis nervios no logran calmarse. Tiemblo como si estuviese en medio del invierno. Mi vida pudo terminarse... en un instante. No lo hizo. Todas las veces que lo deseé en silencio parecen un chiste al lado del miedo que una muerte repentina me producía, o, mejor dicho, me produce. Sí, tal vez debemos tener cuidado con lo que deseamos, es gracioso siquiera pensarlo. 

En su momento llevé la manta para confortar el shock que ofrece la policía, me trajeron a casa, no fui capaz de decir nada a mi madre, me acosté y no pude dormir. No quiero verme al espejo, sé que mis ojos estarán amenazando con salirse de sus órbitas. Sin embargo, estoy a salvo... gracias al chico de cabello amarillo que me miró con amabilidad. Suspiro, recupero lentamente, gentilmente la tranquilidad. Tengo la impresión de que sus ojos eran amarillos también, sin embargo... pudo tratarse de un reflejo de la luz intensa, bien podrían ser cafés. Cierro los ojos y empiezo a reír tontamente.

—¿En qué estoy pensando? —me pregunto en voz alta.

Cuando finalmente salgo de la ducha y enfrento mi reflejo, igual que ese día, no me encuentro con el rostro impactado que esperaba, sino cierta perplejidad inocente. Hay algo de dicha en estar viva, como un animal que escapó de su depredador. Me río, cerrando los ojos. ¡Esto es tan confuso! Siento que puedo morir en cualquier momento, pero me aferro a la vida, contenta, a pesar del horror. Han pasado seis meses desde que vivo con esta combinación oscura de sentimientos. Cinco días a la semana regreso al café maid en que lo conocí, trabajo tan animada como de costumbre y espero que, por lo menos, por casualidad, se pase por aquí. 






La primera noche del Devil HunterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora