Raptada

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Elizabeth dejó de ir a aquella cafetería, de solo ver a aquella chica en su mente, terminaba empapada, sus bragas hechas un desastre. Por lo que, no se imaginaba cómo sería tener que volver a hablar con ella en persona, aunque solo fuera para pedir una orden. Por el momento se contentaba de pedirle a su secretaria de ir por aquel desayuno.

Evans no daba señales de avances en lo que ella le había pedido, por lo que Elizabeth debía contentarse de las putas que vienen a su casa cada noche, como ella lo había deseado en su momento.

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Mientras que estaba en su oficina, sin hacer nada, con la cabeza en la luna, el teléfono sonó.

— ¿bueno?—dijo cuando la voz de una niña salió en el teléfono.

—Tia!!—gritó la chica del otro lado del teléfono.

Esa era Maia, hija de Aaron, su difunto hermano.

—hola mi amor—dijo Lizzie con una voz dulce.

—¿cuando vendrás?, te extraño mucho y mamá dice que estás muy ocupada...pero yo quiero jugar contigo—dijo Maia en un tono triste.

—pronto iré, lo prometo— dijo la millonaria quien estaba tratando de guardar su calma en este momento, ella no iba hace un año a ver a su sobrina por su gran parecido a su hermano Aaron, de solo escucharla sentía un nudo enorme en su garganta—te prometo que comeremos helado juntas e iremos al parque de diversiones y haremos todo lo que quieras mi amor...—dijo Lizzie antes de que se le cortara la voz.

—¿Lizzie?—dijo la mamá de la niña—lo siento, pero ella de verdad necesitaba hablar contigo...se que necesitas tu tiempo, per...—

Y Elizabeth colgó, no lo soportó más. Sus manos temblaban y el aire le comenzaba a faltar. Los recuerdos de aquella noche seguían vigentes en su mente y no se borraban.

Tomó su botella de whisky y se dio un buche largo, la colocó en su mesa y sus manos cubrieron su rostro cuando de repente no tuvo opción de tomar rápido el cesto de basura y vomitar.

Con una mano en su estómago, colocó el cesto en su lugar y se arrecostó más en su silla. Elizabeth tomó rápido su teléfono y marcó el número de Evans.

—¿Lizzie?—dijo

—¿la tienes?—preguntó

—Elizabeth esto lleva tiempo, no estamos hablando de tus put...—

—la quiero hoy en la noche, no me importa lo que tengas que hacer para conseguirlo...—

—no me pagas lo suficiente para esto, ¿sabes?—el tono de su amigo le indicó a Lizzie que solo estaba bromeando.

—haz tu trabajo, y pensaré en darte un aumento—comentó antes de colgar la llamada.

Luego de haber pasado todo el día tratando de concentrarse en su trabajo, al fin llegó la noche. Elizabeth se subió a su auto y se dirigió a su casa, esperando a que Evans cumpliera con lo que ella le había pedido hoy. Preparó su casa para cuando viniera y al fin habían llegado las diez, esa era la hora exacta en la que siempre entraban sus putas, como ella las llamaba.

No apareció nadie, ni una de sus muchachas, ni Pilar. Iba a llamar a Evans, pero antes de que si quiera pudiera buscar donde lo había dejado, su puerta se abrió, con Evans sonriente y una chica dormida entre sus manos.

—fue...una misión...o jesus, difícil—el estaba agitado—pero se logró—dejó a la chica en el sofá y Elizabeth veía a Evans con ojos llenos de duda.

—¿porque duerme?—preguntó

—si es que se puso un poco rebelde y la dormimos...pero despertará en unos minutos, tranquila—agregó el chico—ahora si, me voy!—el salió de la casa, dejando a las dos mujeres solas en casa.

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