« Te juro que intenté dejarte pero no puedo, soy adicto a tus ojos, soy adicto a tu piel, soy adicto a tus besos, sos mi adicción Giorgia, qué me hiciste? »
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12 de diciembre de 2022 Doha, Qatar
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Giorgia
Hace ya dos días pasó todo con Leandro y yo estoy viviendo desde ese preciso momento con Lucila, estamos las dos encerradas en mi habitación. No sé si recuerdan a Lu, amiga que hice acá y que se está quedando en el mismo hotel que yo, fanática de hacerme salir de joda contra mi voluntad, como está haciendo estos días.
No para de romperme las bolas con que salgamos mañana después del partido a una joda y yo sinceramente quiero quedarme acá acostada y dormir o morir preferentemente.
Lucila es rubia y muy alta, tiene varios piercings pero ningún tatuaje.
Por suerte hoy no estoy taaan bajón como estos últimos días, Lucila ayudó mucho en eso, Daniela, nuestra otra amiga argenta y fotógrafa acá en Doha estuvo laburando un montón y no pudimos verla mucho pero hicimos alguna que otra videollamada.
Lucila es más tranqui con el tema de Leandro y lo de las fotos pero Daniela quiere matar a todo el mundo literalmente, especialmente a Leandro. Y yo no sé que hacer porque hoy laburo en el entrenamiento y ni quiero verle la cara a Leo.
— Dale amiga, no podés estar así todo el tiempo, activá porque encima hoy tenés el entrenamiento wacha, qué vas a hacer?— Mencionó al salir del baño, yendo a agarrar el mate.
Recién nos despertabamos, Lu se levanta re de buen humor y en cambio yo quiero salir a patear viejas.
— Activá vos amiga que noto que hace días te viene likeando las historias Rodrigo y vos dormís.— hablo boca abajo contra la almohada lo suficiente alto como para que me escuche.
— ¡¿Qué hacías con mi celular hija de puta?! Ya vas a ver. — tiró de las sábanas de la cama destapandome y dejandome en culo básicamente, estaba con una remera que se me veía toda la tanga, la confianza que agarramos para dormir juntas así es increíble.
Eso no bastó para ella así que me tiró dos almohadonazos.
— ¡Aia! forra, me estaba probando filtros nomás. —digo quejándome mientras me levanto en búsqueda de ropa.
