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No era extraño que Tobirama y yo no hayamos cruzado palabras durante un buen tiempo, porque jamás me quiso explicar el porque de su actitud tan inquietante sobre Madara y yo, jamás me retractaria de hacerle frente ese día.

La realidad es que odiaba que la gente me diera órdenes, o que crea que puede hacer conmigo lo que quiera cuando me trata todo el puto día como una idiota callejera que justo fue a parar a su aldea.

Las elecciones de Hashirama y Madara ocurrirán en ese mismo día, día en el que decido estar lejos de la aldea.

Aunque había llegado allí, a lo que estaba por ser la aldea de la hoja, y decidi quedarme acá por un tiempo, no puedo evitar pensar de que hay más aldeas y más cosas por conocer, más aparte de mis islas y este lugar.

Sin embargo en esta aldea, siento algo, nosé como explicar el apego o la buena sensación que me causa la aldea.

Las personas de seguro que no eran, porque estaba segura de que la gente era extraña, como si todos estarían peleados, como si la aldea estuviera separada a la mitad y el prejuicio fuera tan poderoso capaz de desterrar a su segunda mitad de población.

Aún no terminaba de comprender nada, porque Tobirama odiaba a Madara, porque la mitad del pueblo se detestaba.

No lo comprendi en aquel momento porque nadie me lo explico.

Nosé que hubiera cambiado que hubiera sabido la historia completa desde un inicio, ¿Justificaría a Tobirama? ¿Comprendería más la situación de Madara?

No lo sabré nunca porque todo ocurrió como debió serlo.

Y en ese entonces, pensé ¿Porque no irme de la aldea? ¿Porque no irme?

Yo era tan libre como le hice saber a Tobirama ese día.

Y aún fuera de la aldea escuché el rugir del cielo. Como si un poder lo hubiera partido al medio, como si algo muy, muy malo acabará de despertar. Y en su momento no le di tanta importancia, aunque comenzé a caminar de forma vaga hacía la aldea.

Si yo me iría... Si yo me iría me tendría que despedir.

No podría irme jamás sin hacerlo, aunque sea de Mito y Hashirama.

Las personas más dulces que conocí.

Sin embargo no me adelante por mucho, porque como si la tierra se abriera camino hacia mí, algo oscuro y malo se dirigía a mí, se me fue imposible no agarrar una flecha de mí carcaj y sacar el arco también de mí espalda.

Porque era imposible que me moviera sin el.

En cuanto Madara pareció frente a mí, dude, estaba cerca de mí, de mí cuerpo, de mí temblorosa apuntándole con una flecha y el dudando de mí, y supe que dudaba entre una pena de muerte o si yo valdría la pena.

— ¿Que mierda haces?— Le pregunto, bajando el arco, ciega, inocente, no me imaginé jamás que mís armas desaparecerían y terminaría en sus brazos, con fuerza.

— Lo confrontare.— me asegura, no comprendo a que se refiere pero desde que me despojo de mis armas y su intenso agarre en mí incrementa entro más en pánico. — Lo confrontare y lo mataré, a ambos.

Dice y se de inmediato de quién habla, de Hashirama y Tobirama.

Abro mis ojos en sorpresa e intento librarme de su agarre cuando me doy cuenta que el no está en todos sus sentidos, como si algo se le hubiera roto en la psiquis.

Porque siempre describire a Madara Uchiha, como eso, una persona con la psiquis totalmente rota, aunque por un momento dude que haya sido siempre así, fue como algo que se había roto y que si lo intentabas volver a pegar estallaría en mil pedazos.

𝐋𝐈𝐑𝐈𝐎𝐒 | 𝐓𝐎𝐁𝐈𝐑𝐀𝐌𝐀 𝐒𝐄𝐍𝐉𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora