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Tobirama no sabe salir de su zona de confort.

Así que demoró un tiempo en hacerlo.

Habían pasado meses, meses de discusión, meses en los que sentí algo, una conexión que no tenía a nadie quien me explique si era imaginación mia o Tobirama realmente lo estaba sintiendo igual que yo.

Porque creí, o me crei, o solo me agrande con la idea de saber que yo era la persona que más conocía a Tobirama en esos momentos.

— Dime por favor que no te comiste mí mermelada Tobirama— digo girandome lentamente para mirarlo sentado en el sillón de la sala, estaba muy tranquilo afilando sus kunais.

— ¿Está?— pregunto levantando su mano después de dejar su kunai en la mesa, con un frasco de plástico transparente vacío, intercala su mirada desinteresada entre el frasco y yo.

— Si, se supone que era mío— se lo quiero sacar pero corre la mano. — Tobirama eso está vacío, dámelo.

— No— dice y nosé porque no suena enfadado, sino como si quisiera molestarme, y era divertido, sonrió y vuelvo a intentar quitárselo, hasta que lo esperado ocurre y pierdo el equilibrio por sobre el y mí cuerpo cae, casi chocando mí cabeza con la suya por la alineación de nuestros cuerpo, está vez tenía una sonrisa más abierta en sus labios.

Sonreí junto a el, aún un poco confusa.

Note como me miraba, me recorrió el cuerpo entero con sus e inspeccionó mí cara.

Dios no podía evitar hacer lo mismo cuando se ponía en ese plan.

Mí trasero estaba sobre su abdomen así que fue fácil saber lo duro que tenía los músculos del torso, el pecho, y los brazos con solo verlos no necesitaba saber que se tensaban al más mínimo toque dejando notar la definición en su cuerpo.

En cuanto me levanto, el aún me mira, y me da lenta e inconscientemente el frasco vacío para que al fin lo tiré.

— Tenemos que ir de Mito y Hashirama hoy  al atardecer— lo dijo casi mecánicamente we hasta pude notar cuando volvió en si en cuanto me miró, pálido y desvío la vista.

Otra vez con sus cambios de humor de el demonio.

Porque no se podía quedar feliz, gracioso y tierno por un tiempo, o al menos cambiar más gradualmente de emociones, porque estos cambios repentinos en algún momento romperían mí corazón.

— ¿Al atardecer? ¿A qué?— pregunto curiosa, pero como siempre que necesito que me conteste me ignora.

Idiota.

Antes de que me vaya de la habitación escucho su voz, mucho más baja de lo fuerte que acostumbra a hablar.

— Perdón por la mermelada— dijo como si las palabras quemaran, — Iré a comprar más después.

¿Tobirama comprando mermelada?....

¿Tobirama comprando?

Pagaría más por ver eso que por la mermelada.

— ¿Porque no vamos juntos a la mañana?— digo dándome la vuelta más rápido de lo que me gustaría admitir y me apoyo casualmente en el marco de la puerta.

𝐋𝐈𝐑𝐈𝐎𝐒 | 𝐓𝐎𝐁𝐈𝐑𝐀𝐌𝐀 𝐒𝐄𝐍𝐉𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora