-Quédate quieto, Naruto-kun-
El rubio hizo una pequeña mueca mientras Monet le vendaba la herida del brazo. -Duele-
-¡Claro que duele!- Ella le dio una mirada de reproche -Te he dicho diez mil millones de veces que no exageres. Cada vez que terminas de entrenar pareces un zombie-
El rubio soltó un suspiro interno, y se reclinó en su silla. -(Los golpes del abuelo Dan infundidos con haki siempre anulan por un tiempo la capacidad curativa de mi fruta del diablo... sin duda es una gran debilidad)-
Los dos estaban sentados en la cocina, y estaban solos. El sonido del reloj haciendo tictac resonaba por la habitación, y la ventana estaba abierta, dejando entrar una brisa que les alborotaba el cabello.
-(Ya falta poco)- El Namikaze miró de soslayo hacia la ventana abierta, y vio su propia imagen reflejada en el cristal, un adolescente rubio de 16 años.
-(Unos tres meses más, y por fin podré iniciar mi aventura)- Como había acordado con sus abuelos, una vez cumpliera los 17 años podría por fin viajar por el mundo, y ya se sentía preparado para ello. El entrenamiento de su abuelo fue muy duro. Se levantaba con el sol naciente y corría una enorme distancia antes de que su inclemencia lo golpeara de lleno; luego practicaba la lucha cuerpo a cuerpo. Por la tarde practicaba meditación para tener un mejor control de la fruta del diablo que había consumido y de nuevo corría hasta la puesta del sol, o a veces tenía que escalar unos enormes riscos con una sola mano. Cada día. -(Estoy seguro de que todo esto valdrá la pena)-
-Sólo te pido que tengas un poco de piedad de tu cuerpo-
La voz de Monet lo sacó de sus pensamientos, y volviendo en sí la miró. Su amiga había crecido. Ahora tenía grandes pechos, una figura de reloj de arena pronunciada y, debido a sus largas piernas, era más alta que el promedio. Su tez seguía manteniendo el mismo color pálido que contrastaba con su cabello corto de color verde, un poco ondulado, y con sus ojos color ámbar que lo miraban con preocupación
Con un suspiro, ella terminó de vendarle el brazo, y luego recostó su cabeza en su hombro, teniendo cuidado de no apoyar su peso en la herida. -Trata de no lastimarte más por hoy-